Un profesor fracasa cuando todo lo que se le ocurre para conseguir que un alumno se interese por su asignatura tras vanos y patéticos intentos de apelar a una abstracta y maravillosa cultura general (argumento que ni él mismo sabe cómo articular), es incidir en el aspecto instrumental del asunto, en el uso utilitarista de las tristes horas de estudio previas a un examen para conseguir un miserable aprobado que tranquilice conciencias, individuales y colectivas: "estudia para aprobar, chaval, que sin el título de la ESO lo vas tener muy crudo". Dieciséis palabras, escasos tres o cuatro segundos pronunciándolas, el descalabro de la utopía educativa; y la mugrienta realidad en los ojos de alumno y profesor, reflejando la irrealidad en la que se mueven los discursos oficiales y pedagógicos.
Tengo la sensación de que todos los profesores han utilizado alguna vez la fórmula de marras. Todos: los mejores, los peores, los otros. Por causas muy diversas, tal vez, pero la misma puta frase. En general, antes del primer mes ejerciendo la profesión.
Y mientras el padre y la madre, en casa, sólo preguntan una cosa: ¿cuántas te han quedado, hijo?
¿Seguro que no significa nada? ¿Que es intrascendente? ¿Que es lo normal?
Tengo la sensación de que todos los profesores han utilizado alguna vez la fórmula de marras. Todos: los mejores, los peores, los otros. Por causas muy diversas, tal vez, pero la misma puta frase. En general, antes del primer mes ejerciendo la profesión.
Y mientras el padre y la madre, en casa, sólo preguntan una cosa: ¿cuántas te han quedado, hijo?
¿Seguro que no significa nada? ¿Que es intrascendente? ¿Que es lo normal?