Llevamos ya muchos años asistiendo a discusiones viscerales
acerca de cómo podrá sobrevivir la prensa escrita tradicional, el periódico de
papel, al inevitable empuje de Internet, que ha (mal)acostumbrado a muchos
ciudadanos a acceder a una gran cantidad de información (ya sea relevante y de
calidad, ya sea anoréxica y por tanto sin valor) sin aparente coste alguno. A pesar
de lo que los dueños de los grandes emporios mediáticos suelen proclamar en sus
vacíos y ampulosos discursos acerca de la necesidad de pervivencia del periodismo
de pago, lo cierto es que desde hace años asistimos en España a un insoportable
deterioro de la calidad de los contenidos que nos ofrecen los grandes periódicos
tradicionales. Desde hace ya demasiado tiempo, y no sólo por la crisis y los
despidos, las grandes cabeceras parecen no querer retener ni dar importancia a
sus lectores más preparados, a los que siempre estuvieron dispuestos a pagar
por una información interesante y de calidad, más allá de las públicas ideologías
de los medios en cuestión. Inmersos en sus luchas de trincheras, preocupados
por la inmediatez de las ventas a corto plazo, ahogados por las deudas de sus
empresas matrices a estos periódicos se les ha olvidado, en el peor momento
para ellos, el valor añadido que supone construir noticias con cierta densidad
y bien documentadas. Y digo en el peor momento porque justo es en esta época,
gracias a Internet, cuando las informaciones que publican y los mensajes
ocultos que con ellas quieren transmitir son más fácilmente analizables. Cuando más sencillo es desvelar
la pobreza intelectual y la miseria de lo que tratan de hacer pasar por información
y tan san sólo es rancia ideología o defensa de las políticas de políticos
junto a los que han cavado profundas e interesadas trincheras. Hace poco Daniel
Ruiz escribía de manera muy acertada acerca de cómo pequeños medios, cuyo
negocio se desarrolla fundamentalmente en la red, estaban aportando aire fresco
al periodismo español a base de volver a dar importancia a los contenidos, utilizando
el medio pero no convirtiendo a éste en el protagonista. Si los periódicos de
papel no terminan de entender que ése es el único camino posible para
sobrevivir vamos a ver como mueren muchos de ellos en el inevitable tránsito
final a lo digital.
Hace un par de días, en El Mundo, en el periódico de papel, me encontré con
esta noticia (que no he conseguido encontrar en la web) firmada por Luis F.
Durán:
El Mundo dedicaba toda una página, una página completa, una página sin publicidad, una de sus escasas 70 páginas (que ya vienen repletas de anuncios y de información huera y sin valor) a una noticia que no es noticia, a una información que de nada informa, a una construcción argumental delirante sustentada en el más absoluto vacío a partir de unos datos estadísticos que decían haber sido recopilados por el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Los que llevamos años leyendo periódicos, cualquier aficionado a la fotografía o analista de del lenguaje periodístico, o simplemente alguien que no lea de manera despistada el periódico puede comprender que esa noticia que no es noticia, que esa información que de nada informa, está construida tan sólo como objeto propagandístico de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Los motivos por los que esto es así habría que preguntárselos a Pedro J. La mitad de la página es ocupada por una enorme foto de la Consejera de Educación, Lucía Figar, con una tiza en la mano, envarada, en una postura antinatural, dentro de un aula (seguramente pública, de las que sólo ha pisado en los últimos años, ya que nunca se educó en ellas), remarcando en la pizarra la “importancia” de la ley de autoridad del profesorado, en un gesto que es reforzado por la potencia de un titular simplificador, maniqueo y tramposo:
A más autoridad, menos castigos
Lo que el artículo pretende transmitir (el escaneo no es el
mejor y no se puede leer la noticia al completo) es que el supuesto descenso de la conflictividad
en las aulas madrileñas es debido única y exclusivamente a la insustancial e
irrelevante ley de autoridad del profesor, aprobada por la Comunidad de Madrid en
junio de 2010. Para alguien como yo, que lleva trabajando más seis años en el
ámbito de la educación pública madrileña, no puede haber mayor disparate que
esa correlación argumental que el artículo trata de imponer sin pruebas al
lector. La ley de autoridad del profesor no existe en los centros educativos. Ni
se respira, ni se siente, ni está presente en el día a día educativo. Cualquier
profesor de cualquier instituto madrileño podría confirmar esto a poco que se
hicieran las preguntas de manera adecuada (saber qué preguntar y cómo hacerlo,
no para obtener lo que uno quiere escuchar sino para que el entrevistado se
exprese, es clave para realizar un periodismo de calidad). Es una ley fantasma,
ni siquiera me atrevería a calificarla de errónea. Tan sólo puedo asegurar que es absolutamente
intrascendente en la labor de la gran mayoría de los profesores. Entiendo que
en algún caso puntual, gracias a la dichosa “presunción de veracidad”, haya podido servir para proteger a algún profesor denunciado (otra cosa
es que eso sea en sí mismo positivo), pero de ahí a hacerla responsable y causante
de la disminución de la conflictividad de la educación madrileña es
algo tan necio que uno jamás esperaría encontrárselo en las páginas de un periódico
supuestamente serio como El Mundo. O lo esperaría encontrar como argumento del
poder establecido, contrarrestado por un trabajo serio de investigación
periodístico que lo mande al basurero intelectual del que surgió.
Pero como lo lógico es que lo que se publica a página completa en un diario tan importante como El Mundo no sea ni casual ni poco reflexionado lo único que se puede considerar es que el diario ha decidido por motivos espurios hacer de de gabinete de comunicación de la Consejeria de Educación de Madrid, engañar a sus lectores y prostituirse de manera obscena para permitir que Figar y su controvertida política educativa (que le ha hecho enfrentarse a toda la comunidad educativa) encuentren una vía de escape, un falso argumento en el que atrincherarse para promocionar entre los suyos que su labor aporta efectos positivos a la educación. Efectos que, aunque no sean reales, aunque sean objetivamente indemostrables, aunque tal vez puedan ser debidos a otras causas completamente diferentes, puedan ser utilizados para obtener una repercusión positiva en la opinión de los futuros votantes. Siempre que haya un periódico de gran tirada dispuesto a utilizar sus páginas como soporte publicitario institucional sin advertir de ello a sus lectores.
Investigando por la red, intentando descubrir el origen y las repercusiones de una noticia como ésta, me sorprendió encontrar esta pieza del telediario de Telemadrid. Utiliza los mismos datos, los mismos argumentos, las mismas ideas. El mismo día. Información clonada de la publicada por El Mundo, Sin matices ni controversias. Tan sólo enunciando el dogma, de manera incuestionable. Casualidades.
Pero como lo lógico es que lo que se publica a página completa en un diario tan importante como El Mundo no sea ni casual ni poco reflexionado lo único que se puede considerar es que el diario ha decidido por motivos espurios hacer de de gabinete de comunicación de la Consejeria de Educación de Madrid, engañar a sus lectores y prostituirse de manera obscena para permitir que Figar y su controvertida política educativa (que le ha hecho enfrentarse a toda la comunidad educativa) encuentren una vía de escape, un falso argumento en el que atrincherarse para promocionar entre los suyos que su labor aporta efectos positivos a la educación. Efectos que, aunque no sean reales, aunque sean objetivamente indemostrables, aunque tal vez puedan ser debidos a otras causas completamente diferentes, puedan ser utilizados para obtener una repercusión positiva en la opinión de los futuros votantes. Siempre que haya un periódico de gran tirada dispuesto a utilizar sus páginas como soporte publicitario institucional sin advertir de ello a sus lectores.
Investigando por la red, intentando descubrir el origen y las repercusiones de una noticia como ésta, me sorprendió encontrar esta pieza del telediario de Telemadrid. Utiliza los mismos datos, los mismos argumentos, las mismas ideas. El mismo día. Información clonada de la publicada por El Mundo, Sin matices ni controversias. Tan sólo enunciando el dogma, de manera incuestionable. Casualidades.
Llevaba mucho tiempo sin acercarme a la cadena de televisión
pública madrileña. Los recortes, el puño de hierro con el que el PP madrileño
controla todo lo que allí se emite, la imposibilidad de reconocerme como
madrileño a través de sus ondas. Todo hace recordar casi con nostalgia el mismo
canal autonómico que conocí hace ya más de diez años. Al mismo tiempo, he de
reconocer que su increíble nivel de complacencia con el Gobierno madrileño nos
proporciona en este caso, de nuevo, una pieza periodística impagable. No sólo muestra
un nivel de sometimiento a dicho Gobierno bochornoso, sino que también muestra la
indigencia de recursos con los que cuenta hoy la cadena de televisión: la
pobreza del reportaje es lastimoso. La manipulación mediante la edición de lo
dicho por la profesora, la entrevista con el chaval para intentar refrendar una
idea preestablecida y el cierre final, apoteósico, con alusión al PSOE y a IU
como opositores a esta arcadia educativa que se nos presenta, en la que los
conflictos se han solucionado por la existencia de una ley mágica, son pruebas
irrefutables del catastrófico nivel que ha alcanzado la televisión autonómica.
Todo es tan lamentable, provoca tanta pena, tanto asco, que si no fuera porque lo
pagamos entre todos, sólo serviría para provocar unas risas.
No tengo datos suficientes que me confirmen si realmente la conflictividad en las aulas madrileñas ha descendido o no. Mi experiencia me dice que no, pero por supuesto ésta es limitada a unos pocos centros. No tengo ni idea de si hoy los profesores están poniendo menos sanciones. Puedo incluso asumir que esos datos presentados por la Consejería de educación a través de sus medios institucionales, El Mundo y Telemadrid, son reales. Lo que no sería capaz, como ellos, es de establecer una teoría simple e interesada de por qué estos hechos, si es que son verdad, se han producido. Podría especular, claro, con una mayor base de verosimilitud que la presentada por estos medios, que este descenso de la conflictividad contable podría ser debido por un lado a las huelgas del curso pasado (que provocaron que los posibles conflictos educativos pasaran a un segundo plano) y por otro lado a la mayor presión a la que está sometido un profesorado al que, además de aumentarle las horas lectivas, le han impuesto en muchos centros que sea él y no la jefatura de estudios el que gestione los potenciales conflictos que se generen con los alumnos, lo que significa una sobrecarga laboral inasumible para gran parte de los profesores, que prefieren dejar pasar pequeños conflictos y provocaciones de alumnos antes que tener que gestionar ellos mismos las consecuencias de denunciar tales comportamientos. En todo caso, más allá de los datos y de las especulaciones, es necesario trasladar a la opinión pública que es absolutamente falso que la ley de autoridad del profesor haya significado alguna mejora en el clima educativo. Y que noticias como la de El Mundo son una mera traslación escrita de la voz política de sus amos, fruto del envilecimiento de un tipo de periodismo institucionalizado y decadente que crece a la sombra del poder, reflejo de un tipo de información anoréxico, que es dañino por inane. La expresión más evidente del grave problema que acucia a un periodismo basura que no sólo no informa, sino que desinforma a los ciudadanos por intereses ocultos.
No tengo datos suficientes que me confirmen si realmente la conflictividad en las aulas madrileñas ha descendido o no. Mi experiencia me dice que no, pero por supuesto ésta es limitada a unos pocos centros. No tengo ni idea de si hoy los profesores están poniendo menos sanciones. Puedo incluso asumir que esos datos presentados por la Consejería de educación a través de sus medios institucionales, El Mundo y Telemadrid, son reales. Lo que no sería capaz, como ellos, es de establecer una teoría simple e interesada de por qué estos hechos, si es que son verdad, se han producido. Podría especular, claro, con una mayor base de verosimilitud que la presentada por estos medios, que este descenso de la conflictividad contable podría ser debido por un lado a las huelgas del curso pasado (que provocaron que los posibles conflictos educativos pasaran a un segundo plano) y por otro lado a la mayor presión a la que está sometido un profesorado al que, además de aumentarle las horas lectivas, le han impuesto en muchos centros que sea él y no la jefatura de estudios el que gestione los potenciales conflictos que se generen con los alumnos, lo que significa una sobrecarga laboral inasumible para gran parte de los profesores, que prefieren dejar pasar pequeños conflictos y provocaciones de alumnos antes que tener que gestionar ellos mismos las consecuencias de denunciar tales comportamientos. En todo caso, más allá de los datos y de las especulaciones, es necesario trasladar a la opinión pública que es absolutamente falso que la ley de autoridad del profesor haya significado alguna mejora en el clima educativo. Y que noticias como la de El Mundo son una mera traslación escrita de la voz política de sus amos, fruto del envilecimiento de un tipo de periodismo institucionalizado y decadente que crece a la sombra del poder, reflejo de un tipo de información anoréxico, que es dañino por inane. La expresión más evidente del grave problema que acucia a un periodismo basura que no sólo no informa, sino que desinforma a los ciudadanos por intereses ocultos.