(Continuación del post anterior)
Es el momento de aportar alguna luz que ayude a comprender el fenómeno de la generación mileurista, aportar ideas que favorezcan una mejor comprensión de un hecho social que está marcando, aunque no se quiera ver, el principio de este siglo en nuestro país. Lógicamente no es posible entender todas la claves, pero una vez comentada su génesis hay evidencias que nos hablan claramente de la debilidad mileurista y la sistemática ausencia de su voz. Los mileuristas carecen por completo de referentes sociales, políticos y culturales propios de su generación. Hemos crecido escuchando lo bien que escribían, lo modernos que eran y la fuerza narrativa que tenían las obras de Juan José Millás, Umbral, Rosa Montero, Eduardo Mendoza, Vázquez Montalbán, Terenci Moix... Pero lo grave es que aún hoy dichos autores (incluso los muertos) son la referencia literaria de este país. Se sigue hablando de los mismo y los mismos siguen convirtiéndose en la repetitiva y cansina voz de la cultura de España. No han surgido figuras propias de la generación mileurista que hayan dado un puñetazo en la mesa y mandado a un rincón necesario y apartado (durante un tiempo prudencial) a todos estos escritores. Y el problema no se limita a las letras. El problema en el mundo del periodismo y la política es aún más lacerante. Desde hace veinte años los mismos hombres y mujeres se dedican cada día a hacer y deshacer sobre la política nacional desde el ámbito periodístico. Gente como Gabilondo, Enric Sopena, Jiménez Losantos, María Antonia Iglesias, Carnicero, Miguel Ángel Aguilar, Luis del Olmo (auténtico jurásico) y tantos otros no sólo pasean de manera hipócrita sus manoseadas consignas o escupen sus incendiarias soflamas (siempre ajenas a la realidad de los problemas de la sociedad española), sino que los mileuristas completamente enajenados y pésimamente educados en el ejercicio de pensar por sí mismos con criterio, los defienden, admiran o defenestran (si es que los conocen) con el ardor y el tesón de los que defienden a los suyos. Y estas actitudes (ya sean el desconocimiento, la adoración o el odio) suponen un tremendo error de perspectiva. Porque el problema principal es que ellos no son (ni pueden ser) portavoces las nuevas inquietudes generacionales. Pueden pretender aparentar una preocupación (que en el fondo no sienten) por los jóvenes y su problemática, pero sus problemas son otros, sus miedos son otros y su prioridades son otras. Y ninguno de los mileuristas, ninguno de nosotros aparece ahí, en primera línea del combate informativo, marcando una agenda distinta y por tanto dando una explicación diferente de lo que sucede. ¿Es posible que hoy día un tipo de 28 años se convierta en el director de un periódico de tirada nacional? Se nos antoja imposible pero eso sucedía hace veinticinco años cuando un joven Pedro J. era nombrado director de Diario 16. ¿Es posible que jóvenes de poco más de treinta años den un golpe de mano en los partidos tradicionales y se hagan con el poder arrinconando a la vieja guardia? También parece completamente imposible que ello suceda hoy, pero hace treinta años González y Guerra se hacían con la dirección del viejo PSOE y ponían los cimientos de su transformación a la realidad entonces vigente. Ante estos ejemplos expuestos... ¿Qué credenciales aportan los mileuristas para dar un giro social y político? En política la nada. Nada más lamentable que comprobar que las nuevas generaciones de los partidos se componen de abrazafarolas que cuentan ya con suficiente edad como para tener hijos casi adolescentes (si hubieran tenido esos hijos a la edad de sus padres). ¿Y en periodismo? Los descubrimientos de los últimos años como Mamen Mendizábal en televisión o Cayetana Álvarez de Toledo y David Gistau en prensa escrita, me sirven como tristes ejemplos (patético el paternalismo de Ansón con Cayetana en las páginas dominicales de El Mundo) para enlazar con otra de las peores costumbres que se ha implantado como un virus en nuestra generación: el ansia por recibir la felicitación y la palmadita en la espalda por parte de nuestros mayores.
La mal llamada en España generación del 68, los jóvenes que hicieron la dichosa transición, aquellos chicos tan concienciados, tan izquierdosos, los que a cientos corrieron (o eso dicen) delante de los grises. Ellos hoy son el verdadero cáncer de nuestra sociedad y una de las fuentes principales de las desdichas mileuristas. Son sus padres. Son los que los sobreprotegieron de niños, los que les contaron lo mucho que habían hecho por este país, los que proponían (tan falsos ellos) que debían continuar su labor, los que agitaban sus proclamas y sus ideas como bandera mientras que al tiempo se transformaban en mandatarios soberbios, en corruptos, en evasores fiscales, o simplemente adoptaban formas de vidas ajenas a sus discursos sin que por ello cambiaran una coma de ellos. Los que miran con desdén a los mileuristas y dicen apenarse de que los jóvenes no recojan el testigo de sus luchas, traicionando así el espíritu de libertad que España vivió a finales de los 70. Esos son los mismos que se han convertido en políticos corruptos o alejados de la realidad, en especuladores inmobiliarios, en avaros empresarios, en sindicalistas afines al poder y a no trabajar, en padres y madres de familia convencionales y en definitiva, en beneficiarios totales del estado de las cosas. Ellos han sido los que traicionaron el dichoso espíritu, los manoseados ideales con los que se les llena la boca cuando hablan. Algunos de los mileuristas han observado con interés esa caída de sus mayores en sus propias contradicciones sin intervenir, otros se afanan en hacer méritos delante de ellos y les dan la razón arremetiendo contra su propia generación sólo para defender infantilmente la ficción sostenida por sus padres, y lo últimos tan sólo pasan de todo. Los baby boomers no fueron los primeros que descubrieron el enorme poder y atracción que ejercía la juventud pero (como apunta Freire) sí fueron los primeros con los medios y la intención de mantenerse jóvenes para siempre. El problema era que para conseguirlo tenían que infantilizar a las generaciones posteriores porque si no su juventud, su prevalencia, se vería amenazada. He ahí otra de las causas de la adultescencia mileurista.
Los baby boomers no tienen intención de ceder el poder y pretenden ejercerlo desde una eterna juventud y una reforzada vitalidad, o como dicen ellos, desde las ideas y los proyectos. Justo aquello que dicen que es de lo que carecen los mileuristas. Sin entrar a conocer o explicar si fue antes el huevo o la gallina, lo cierto es que han conseguido (o los mileuristas no han conseguido evitar) una sociedad en la que los jóvenes trabajan sin garantías de futuro en beneficio de los baby boomers, que encima se quejan de la falta de ímpetu de los primeros al tiempo que la fomentan apartándolos siempre de la toma de las decisiones importantes. Los baby boomers parasitan el trabajo y la vitalidad de los mileuristas y como vampiros sociales, se quedan con lo mejor de sus trabajos e ideas y los recompensan con estúpidas palmaditas en la espalda con las que los jóvenes se contentan. Muchas veces es la única manera que tienen de verse distintos y apreciados por el poder. Un ejemplo evidente, sino el más claro, es la posición de los doctorandos de este país, que tras terminar sus carreras trabajan como animales realizando la ciencia más creativa y puntera de este país mientras se les considera estudiantes, se le paga como estudiantes y lo que es más triste, muchos terminan considerándose a sí mismos como estudiantes. Pero no dan el puñetazo encima de la mesa. Agazapados tras sus ordenadores sueñan con la salvación personal, con tener la suerte de ser ellos uno de los pocos que se hagan imprescindibles para sus mayores y así conseguir la limosna de la estabilidad. En grupo debieran mandar al sistema a la mierda para provocar el caos necesario y la crisis catártica. Pero eso no sucederá.
Los mileuristas un día se van a dar cuenta de que se les pasó su momento. Cuando la lógica natural haga que los baby boomers mueran (al menos socialmente hablando) van a notar sorprendidos, que ya no eran para nada jóvenes, de que no se puede ser joven con cuarenta años y de que otros sí lo serán. Tal vez también se den cuenta de que ellos no han hecho nada por sí mismos, y que siempre se tuvieron que apoyar en otros para poder cumplir algunos de sus sueños y sus reivindicaciones. Por fin serán conscientes de que siempre fueron filtrados... Lo peor sobrevendrá cuando observen a otros, los realmente jóvenes, intentando hacer lo que ellos no supieron ni se atrevieron por sus complejos y su infantilismo: hacerse con el poder de la sociedad, con la influencia, apartando de un plumazo respetuoso a sus mayores y creando la sociedad que les tocaba hacer y no los restos, ideológicamente putrefactos de otros. No se conocen todavía las características de la generación joven que viene a sustituir a la mileurista, todo el mundo habla de su falta de formación, de su mala educación o de su adicción compulsiva a las nuevas tecnologías. Pero si hay algo que nadie parece negar es que es claramente más agresiva que la mileurista y que no se ha dejado engañar por el cuento de que sólo con estudios tendrán mejor futuro. Mal futuro para los mileurista, tan blandos y solitarios. ¿Habrá tiempo todavía para cambiar algo por nosotros mismos?
Es el momento de aportar alguna luz que ayude a comprender el fenómeno de la generación mileurista, aportar ideas que favorezcan una mejor comprensión de un hecho social que está marcando, aunque no se quiera ver, el principio de este siglo en nuestro país. Lógicamente no es posible entender todas la claves, pero una vez comentada su génesis hay evidencias que nos hablan claramente de la debilidad mileurista y la sistemática ausencia de su voz. Los mileuristas carecen por completo de referentes sociales, políticos y culturales propios de su generación. Hemos crecido escuchando lo bien que escribían, lo modernos que eran y la fuerza narrativa que tenían las obras de Juan José Millás, Umbral, Rosa Montero, Eduardo Mendoza, Vázquez Montalbán, Terenci Moix... Pero lo grave es que aún hoy dichos autores (incluso los muertos) son la referencia literaria de este país. Se sigue hablando de los mismo y los mismos siguen convirtiéndose en la repetitiva y cansina voz de la cultura de España. No han surgido figuras propias de la generación mileurista que hayan dado un puñetazo en la mesa y mandado a un rincón necesario y apartado (durante un tiempo prudencial) a todos estos escritores. Y el problema no se limita a las letras. El problema en el mundo del periodismo y la política es aún más lacerante. Desde hace veinte años los mismos hombres y mujeres se dedican cada día a hacer y deshacer sobre la política nacional desde el ámbito periodístico. Gente como Gabilondo, Enric Sopena, Jiménez Losantos, María Antonia Iglesias, Carnicero, Miguel Ángel Aguilar, Luis del Olmo (auténtico jurásico) y tantos otros no sólo pasean de manera hipócrita sus manoseadas consignas o escupen sus incendiarias soflamas (siempre ajenas a la realidad de los problemas de la sociedad española), sino que los mileuristas completamente enajenados y pésimamente educados en el ejercicio de pensar por sí mismos con criterio, los defienden, admiran o defenestran (si es que los conocen) con el ardor y el tesón de los que defienden a los suyos. Y estas actitudes (ya sean el desconocimiento, la adoración o el odio) suponen un tremendo error de perspectiva. Porque el problema principal es que ellos no son (ni pueden ser) portavoces las nuevas inquietudes generacionales. Pueden pretender aparentar una preocupación (que en el fondo no sienten) por los jóvenes y su problemática, pero sus problemas son otros, sus miedos son otros y su prioridades son otras. Y ninguno de los mileuristas, ninguno de nosotros aparece ahí, en primera línea del combate informativo, marcando una agenda distinta y por tanto dando una explicación diferente de lo que sucede. ¿Es posible que hoy día un tipo de 28 años se convierta en el director de un periódico de tirada nacional? Se nos antoja imposible pero eso sucedía hace veinticinco años cuando un joven Pedro J. era nombrado director de Diario 16. ¿Es posible que jóvenes de poco más de treinta años den un golpe de mano en los partidos tradicionales y se hagan con el poder arrinconando a la vieja guardia? También parece completamente imposible que ello suceda hoy, pero hace treinta años González y Guerra se hacían con la dirección del viejo PSOE y ponían los cimientos de su transformación a la realidad entonces vigente. Ante estos ejemplos expuestos... ¿Qué credenciales aportan los mileuristas para dar un giro social y político? En política la nada. Nada más lamentable que comprobar que las nuevas generaciones de los partidos se componen de abrazafarolas que cuentan ya con suficiente edad como para tener hijos casi adolescentes (si hubieran tenido esos hijos a la edad de sus padres). ¿Y en periodismo? Los descubrimientos de los últimos años como Mamen Mendizábal en televisión o Cayetana Álvarez de Toledo y David Gistau en prensa escrita, me sirven como tristes ejemplos (patético el paternalismo de Ansón con Cayetana en las páginas dominicales de El Mundo) para enlazar con otra de las peores costumbres que se ha implantado como un virus en nuestra generación: el ansia por recibir la felicitación y la palmadita en la espalda por parte de nuestros mayores.
Impresionante reflexión.
ResponderEliminarNo son son sólo mileuristas conformistas todo lo que reluce... LA GENERACIÓN PRECARIA aboga por la rebelión... No os perdáis la foto: ¡ARRIBA LAS MANOS, ESTO ES UN CONTRATO!
ResponderEliminarhttp://diariodelaire.blogspot.com/2006/12/la-generacin-precaria-aboga-por-la.html
La rebelión de los becarios, tanto nivel privado como público, sería clave para buscar la repercusión necesaria que ayudaría al menos a desvelar socialmente el problema y que éste no quedase tan sólo reducido a los circuitos aún limitados de internet.
ResponderEliminarLa experiencia dice que al menos en el ámbito público los becarios de investigación (los doctorandos) conforman una maraña conformista que apenas ha apoyado las movilizaciones de colectivos como "precarios" que abogaban con firmeza por la obtención de contratos de investigación.
No quiero ni pensar que sucedería en el ámbito privado a la hora de estas movilizaciones. Habría que sacudir mucho al personal para sacar a relucir el cabreo y el submundo que emerge de la contratación de becarios, y después continuar la labor en el sector del mileurismo contratado
Hay que incidir en dos cosas para que estas manifestaciones futuras ( si las hubiese) no fueran manipuladas desde los sectores conservadores de la sociedad ( léase conservadurismo social y no político. El social está anclado a ambas orillas):la primera que el problema de los mil euros no se limita al sueldo, sino a las condiciones laborales y sobre todo al poder adquisitivo; la segunda conocer las propias contradicciones de los mileuristas para tratar superar la críticas que serán vertidas sobre ellos para boicotear sus justas reivindicaciones
Francamente, nunca creí que la generación de la que hablas, -la mía-, fuese a cambiar nada. Francamente, no creo tan siquiera que se pueda hacer una distinción precisa entre los padres de esa generación de la que hablas y ellos mismos.
ResponderEliminarFrancamente, nunca me sentí identificado en absoluto con mi generación, tan sólo con algún buen puñado de personas, que podían ser de tal o de cual edad: Edad –ésta- siempre imprecisa.
La única realidad es que mileuristas o baby-boomers, -por utilizar la terminología empleada-, ambos se caracterizan por echar mierda a la generación de chavales que ahora vienen. Por cierto, los que están ahora en la universidad, gloria bendita. Los que vienen por detrás... me apeno por ellos. Porque ellos son los hijos de progres, -niños mimados absorbedores de cariño incondicional, que chupan la sangre o sí, o también-. Miman, pero no los aman. Les regalan, pero no los atienden. La generación de chavales más jóvenes o se odian u odian, pero para su desgracia, sabiendo lo que es el amor, aún nadie les ha enseñado lo que es ser padre para que ellos se pudieran haber sentido hijos.
Ésos sí que tienen alguna justificación. Porque, mal que os pese, a nuestra generación aún le ha llegado la idea de un tipo que se llamaba Jesús y que, -se quiera o no-, era un buen tipo: Jodido de seguir, -eso sí-, pero buen tipo. Aún para una urgencia, y aún sin haber visitado una iglesia, quien más quien menos entre nosotros, dispone de un evangelio en su casa para comprender algo, tan sólo un algo, de esta vida. A nosotros nos llegó un mínimo de integridad, un mínimo de cosas realmente buenas. Mientras que estos poco menos que tienen que ir tirando con la visión de alguna que otra película de dibujos animados americana para mantener la integridad sobre lo bueno y sobre lo malo. Ser en España joven, parece sinónimo, desde la maraña de eternos jóvenes entre los que nosotros estamos, de ser borracho, deshecho social, y escoria falta de compromiso por el hecho de no ir a votar.
Pero ellos, ellos no tienen nada. No justifican sus odios con ningún tipo de excusa, -aunque las excusas, todas políticas y politizadas, sigan presentes-, y, desde luego, ven la realidad como ningunos otros.
De mi generación, -ya digo, en general-, tan sólo tengo la idea de unas personas que, si son de izquierdas, hablan mal de los que vienen por detrás porque "supuestamente" lo tienen todo más fácil. Si el que habla es de derechas, habla con la misma providencia de palabras... ¡Qué grandes diferencias que se unen en lo sublime! ¡La mierda que siempre se echa pafuera!
Se mire por donde se mire, el selectivo sobraba, pero una vez pasado, "que se jodan". "Que se jodan" porque, de comprometidos que fuimos, lo intentamos, pero para nosotros mismos y nada más que para nosotros mismos, esto es, o gente de izquierdas, -progres sin más definición que la ya genérica-; o simplemente "que se jodan" porque, desde la óptica varonil de nuestras derechas, lo difícil siempre ha de ser difícil, y nada más cabe plantearse... Se mire por donde se mire, los que vienen por detrás: "que se jodan". No son nosotros, sino que son otros…
Pero toda la mierda, -mileurista o baby-boomer, de izquierda o de derecha, ¡qué más da!-, sigue yendo hacia el mismo puto lado. Hacia "los hijos de...", que ya, bien jovencitos, ni saben lo que es el amor en casa, ya no digamos fuera de ella.
¿De qué generación me habláis? ¿De la mierda o de la mierda? Si a lo que le queda a esta generación de bueno, -entre lo que, más o menos bueno veo este blog y posiblemente las palabras de Espido Freire que no he leído-, lo emplease en reivindicar una mínima dignidad para los que atrás vienen, -olvidándose, cosa poco problable, de su propio ombligo-, aún ganaría algo: Y no sé si ganaría un algo en el cielo, o en sus propias conciencias, pero un “algo” aún ganaría.
Podría dársele la explicación, a esos baby-boomers, de encontrarse ante una sociedad flexibilizándose en su pubertad; y a los ochenteros, -tres años arriba, tres años abajo-, de encontrarse con una apertura a la globalización, -vía nuevos canales y nuevas tecnologías-, sin precedentes anteriores. Pero el contacto con las nuevas tecnologías parece que crease unos bichos peores, unos híbridos que mezclan por igual la falsa apariencia de jugar con bolas de trapo, y la más terrible de pensarse saber algo por saber utilizar un mando a distancia. En fin, personas presas de mil estímulos que culpan a sus padres, -especialmente cuanto más a la izquierda más a su padre-, de no protegerlos de todos ellos. Su puñetera abstracción es que España y la derecha no nos han protegido de la globalización. La realidad es cada cual ha dispuesto de su libertad para emplearla, y casi nadie la ha empleado: Cerebros globalizados con mil estímulos para justificar su deriva.
Puede ser perdonable quedar atrapado ante una maraña de estímulos. Lo que nunca será perdonable es la mierda que se sigue vertiendo sobre los chavales que, nacidos ya en plena globalización, también en la mierda podrían escudarse, y que, sin embargo, no lo hacen. No quisiera yo ver a mi generación en el poder, no; pero sí a las que todavía han de venir: Y ésas son por las que cabría luchar, si es que a alguien aún le quedan arrojos: Un alguien que pueda despejar su móvil de la cabeza, el cual, -por cierto-, los más jóvenes usan más pero del que dependen bastante menos, por poner un caso de radical y de tonta dependencia de nuestra generación. Un objeto que parece una puñetera prueba de amor: Si tengo mensaje, soy guay y me quieren. Si no lo tengo, ¿a quién tendría que llamar yo para que me quisiesen?
Tan sólo hace falta ver con qué asco, -baby-boomer u (80-3, 80+3)- hablan del Canto del Loco, como si el hecho de escuchar a otros grupos distintos les proveyese de algún tipo de inteligencia superior... Escuchemos a Radio Head, U2, Sabina o REM porque son “comprometidos”, "interesantes", "de culto" y guays con los que podemos aparentar no serlo... En fin, son aquellos eternos grupos que “pareciendo” no ser escuchados por todo el mundo, son escuchados por una plena mayoría que los hace indistinguiblemente distintos… Pero, ¿Y el Canto del Loco? ¡Música para niños! ¡Qué pueril todo!...
¿Y el tema de los libros y de la nauseabunda supremacía cultural de estas generaciones nuestras? Leamos libros y mostrémoslos a nuestros amigos, porque a mis estudios yo les añado un plus, ¿qué has leído últimamente tú? AAAGGGGGGG...
Recuerdos, ombligos varios y mierda, es lo que mayoritariamente queda de nuestra generación. Y una capacidad intacta de envidiar, -con tan aparente inteligencia-, el coche, la pareja y la vivienda, esto es, todas las comodonas cosas de los demás.
Tan sólo espero que, habiendo aún personas válidas en todas partes y de todas las edades, empiecen a mirar más hacia los que vienen, y menos a sus propias vidas, a su propio pasado, y a sus vacíos recuerdos: Como todo recuerdo.
La vida es de quien la tiene, y no de quien la aparenta ni de quien la busca en el recuerdo. Y a quien le quede algo de vida, ha de emplearla en acercarse a los más jóvenes, -realmente jóvenes en todos los sentidos-, para que ellos puedan disfrutar de ella sin necesidad de culparse: (http://app.quediario.com/buscador/documento.jsp?id=1150296&edicion=BAR)
¡Ojalá me gobiernen! Sería toda mi satisfacción en esta vida verlos a ellos felices. De su felicidad provendría lo mía, y todo lo que se aleje de esta realidad será, tan sólo, un mal síntoma, o una consecuencia de la propagada envidia nacional: Y que más da los años que la envidia tenga. La generosidad es lo que cuenta. Echar piedras no justifica la propia mierda. Y años cumplidos o años arriba, la realidad es que la vida escasea.
Es en la juventud, -en esta precisa juventud-, donde realmente se encuentran las ganas suficientes de cambiar el planeta. Ayudémoslos, en la medida de lo posible, con acciones individuales, íntimas y personales, pero bien concretas. Ésta es toda mi propuesta, y ésta es toda mi visión sobre este tema. El tema es que el único tema es que la realidad se cuece por detrás, y la irrealidad se cuece en nuestras vidas. Y yo prefiero la realidad y la vida, a la espera y la muerte. La vida se contagia, y por eso espero a no esperar: a que alguien me la insufle y yo ayude a insuflármela, ¡cuánto más a propagarla! ¡cuánto más a ayudarla!
Bienvenido sea tu comentario por sincero, vehemente y desabrido. Atacas el problema desde tu verdad, sin contemplaciones ni cortapisas y eso es algo que personalmente valoro muchísimo en estos tiempos de falsa corrección o mero grito panfletario. De todo lo que dices es evidente que conoces bien a ésta, nuestra generación. Das en la tecla de muchos de sus defectos y debilidades, sus tonterías pseudopolíticas, el elitismo cultural desde la ignorancia, la envidia generalizada, las comparaciones y competencias no casuales que entre ellos se establecen... Pero no eres constructivo, en absoluto. Simplemente descargas tu mala ostia (algo absolutamente válido) pero al hacerlo a veces realizas algunas observaciones que me gustaría discutirte.
ResponderEliminarComienzas aseverando que no existe distinción de generaciones entre la mileurista y sus padres, los baby boomers. Eso sólo se puede decir desde el cabreo monumental que te consume. Porque evidentemente existen flagrantes diferencias y somos lo que somos porque ellos son lo que son. Y te aseguro que esto que digo no es un grito quejicoso. No es mi estilo. Diferencias claras. Aunque sólo sea por el hecho de que la gran mayoría de ellos posee un techo para vivir y la gran mayoría de nosotros terminará de pagar el suyo justo antes de morir ( y ya veremos si muchos no tras su muerte), o que las familias antes podían sobrevivir con un solo sueldo en los hogares y ahora una familia no la mantienes ni de coña cobrando 900 euros al mes. O que nuestro grado de formación (con muchos matices) debiera haber dado lugar a una sociedad más culta y la globalización económica ha hecho que lo que sea es más trabajadora, inculta y con ningún tiempo libre ( y el que hay tristemente se desaprovecha). Podríamos hablar del consumismo generalizado, de la cantidad de chorradas tecnológicas que compramos y demás evidencias. Pero sólo serviría para desplazar la mirada del problema real: los mileuristas existen, están formados y cobran una miseria en contratos temporales con más de treinta años. Y ése problema social tendrán ellos que intentar solucionarlo ¿no? Entre otras cosas porque si esperan que el apoyo provenga de otros mileuristas generacionales que ya salieron del mileurismo económico van listos. Por otro lado, respecto a la política la diferencia generacional es brutal, porque la descarga y vaciado de contenidos ideológicos y conceptuales que se ha producido en los últimos 20 años en este país es radical. Algo que podía haber sido positivo (una desideologización razonada y razonable en términos de aceptación de convivencia con el otro) ha resultado ser descomunalmente imbécil: nuestra generación se ha quedado con lo peor de la anterior, la confrontación de estigmas. No se discuten ideas, se le da un adjetivo descalificativo y un sustantivo despreciativo al contrario, se le estigmatiza y se le desprecia. Desde una elevación intelectual completamente ficticia. Aunque tu discurso sea tan hueco y vacío como el de él. Somos cojonudos. ¿Se puede ser más gilipollas?
Sobre el tema de Jesús que planteas, siento disentir completamente contigo. Jesús es una figura (personaje) histórico relevante y crucial para nuestra cultura, pero su figura está manoseada y utilizada por aquellos que se consideran herederos directos de él y lo convierten en dios, en mito. Desde mi punto de vista, si alguna vez tengo un hijo espero inculcarle los valores del bien y del mal desde mi moral y mi ética atea, sin necesidad de recurrir a ficciones, pues la realidad es lo suficientemente rica como para encontrar ejemplos y metáforas que alcancen para educar a un chaval en el respeto a los otros y el aprovechamiento de su vida
Pero es sana y comprensible tu preocupación por las nuevas generaciones. Aunque me gustaría que matizaras el porqué consideras que la generación que viene ahora (adolescentes entre 12 y 20 años, por poner unas edades) es ya mejor que todo lo anterior. ¿Qué han demostrado? O mejor, ¿por qué posar sobre sus hombros la responsabilidad que nosotros mismos somos incapaces de asumir? Históricamente es nuestro turno, pero sin grandes festejos. No lo digo por presumir. Es que es así. Más bien lo digo con miedo y pena por el pobre papel que estamos haciendo. Y cuando digo que es nuestro turno no es para ejercer el poder en nuestro propio beneficio (haríamos lo mismo que los baby boomers, entonces. Ellos al menos creyeron empezar con ideas. Nosotros ni eso) sino para diseñar una sociedad mejor, más habitable y social. Para los que vienen detrás. Para esos que tú dices. Porque ellos desde luego no la van a construir ahora
Hay un dato en el enlace que pones que me preocupa. En la información se dice que los jóvenes lo que más valoran son la familia, la salud y los amigos. Recuerdo a la perfección que cuando nosotros, los treintañeros, fuimos adolescentes esa tendencia ya comenzó a aparecer en las encuestas. Y aunque parezca lo contrario no es buena. Porque pudiera pensarse que esa elección se hace por respeto y amor, por sentido común, por agradecimiento y entendimiento de lo que significan los que están más cerca. Pero yo, igual peco de cínico, más bien creo que es por otra cosa. Es la herencia perversa de nuestras propias ideas mileuristas, entonces adolescentes. Lo que valoran, porque lo ven, es que será la familia, los amigos, los cercanos en definitiva, los que les saquen las castañas del fuego en caso de problemas. A la hora de elegir, eligen yo, yo y yo (la salud). Pero es mero interés, no es un rasgo positivo. Han aprendido muy bien las malas lecciones de sus hermanos mayores.
Un saludo
“Pero no eres constructivo, en absoluto”. Desde la perspectiva de un hombre que intenta aferrarse a una identificación generacional, no. Desde una perspectiva más amplia, creo que sí. (Véanse los dos últimos párrafos).
ResponderEliminar“Porque evidentemente existen flagrantes diferencias y somos lo que somos porque ellos son lo que son”. Es una evidencia poco concreta, pero sí que asumo que:
“Aunque sólo sea por el hecho de que la gran mayoría de ellos posee un techo para vivir y la gran mayoría de nosotros terminará de pagar el suyo justo antes de morir”. Es la concreta y única diferencia: Que unos tienen y otros, o no tienen, o tienen menos: Dinero, poder… ¡qué más dará!
“Y ése problema social tendrán ellos que intentar solucionarlo ¿no? Entre otras cosas porque si esperan que el apoyo provenga de otros mileuristas generacionales que ya salieron del mileurismo económico van listos”. Pues lo que yo digo… Si presientes, o das por sentado, que tu propia generación no te va a ayudar, ¿a qué esperas cuando pretendes seguir definiéndola? La verdad, no creo que eso sea constructivo. Más bien sigues la lógica de este mundo: Define un problema, simula solucionarlo y hazte rico. Pero de todos modos, y, en cualquier caso, tú me hablas de una generación concreta a la que tú perteneces porque tienes un problema preciso… ¿Quizás como el de las pruebas de acceso a la universidad en su día?
“Sobre el tema de Jesús que planteas, siento disentir completamente contigo. Jesús es una figura (personaje) histórico relevante y crucial para nuestra cultura, pero su figura está manoseada y utilizada por aquellos que se consideran herederos directos de él y lo convierten en dios, en mito. Desde mi punto de vista, si alguna vez tengo un hijo espero inculcarle los valores del bien y del mal desde mi moral y mi ética atea, sin necesidad de recurrir a ficciones, pues la realidad es lo suficientemente rica como para encontrar ejemplos y metáforas que alcancen para educar a un chaval en el respeto a los otros y el aprovechamiento de su vida”
La realidad también es lo suficientemente justa para ceñirte a una realidad concreta, -la de “tu moral” y la de “tu ética”-, que no dejará de ser, o copia y pega de la generación a la que sacudes, o reacción de la copia del original a la que sacudes, y que, -por tanto-, no se adentrará en profundidades. Se mire por donde se mire, tu moral será una moral enraizada por plagio o por reacción en una moral, que no será sino la misma moral de las personas a las que culpas: No puede ser por tanto mucho mejor. Quizás, en términos generacionales, sea igual de peor… Por lo demás el manoseo de mensajes no es excusa. Aquellos de los que hablas, son “aquellos” de los que tú hablas. Ya con cuidado me referí a unas palabras concretas que, ficción o no, son a la vez bastante más genéricas, pero también más particularizables si uno lo desea. De esa particularidad de las que todo el mundo suele escapar.
“¿por qué posar sobre sus hombros la responsabilidad que nosotros mismos somos incapaces de asumir?”. – Respondida.
“Aunque me gustaría que matizaras el porqué consideras que la generación que viene ahora (…)es ya mejor que todo lo anterior”. “A la hora de elegir, eligen yo, yo y yo (la salud). Pero es mero interés, no es un rasgo positivo”. – Porque no hacen juicios de valor. Por eso ellos tan sólo se aplican el juicio que otros dan de ellos. Los ellos siempre juzgan hacia fuera, nunca hacia dentro.
Te invito a que vayas a: http://javimoya.com/blog/2006/04/24/la-generacion-de-los-80/
“El objeto de esta misiva es la de reivindicar una generación, los 80, de todos aquellos que nacimos en los 80 (un par de años arriba, años abajo)” (…)Aunque no nacimos en una dictadura, siempre hemos tenido una conciencia democrática y la serie Cuéntame nos parece que es una mierda que hace apología del franquismo.(…) Por no vivir activamente la Transición se nos dice que no tenemos ideales y sabemos de política más que nuestros padres y de lo que nunca sabrán nuestros hermanos pequeños y descendientes (…) Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente y nadie se lo dice.(…)
Pero el tarugo nunca renuncia a añadir gente a su causa:
“La última generación de las litronas y los porros, y qué coño, la última generación cuerda que ha habido. Este correo está dedicado a las personas que nacieron entre 1980 y 1990 La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia!!!!”
“El objeto de esta misiva es la de reivindicar una generación, los 80, de todos aquellos que nacimos en los 80 (un par de años arriba, años abajo)” “Este correo está dedicado a las personas que nacieron entre 1980 y 1990” (¿?¿?)
“Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas. Tuvimos libertad, fracaso, respeto, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello”.
Sobre lo que quería decir: 31 años, 30, 29, 28, 27… Por ahí van, más o menos, todas estas generaciones. Bueno, la del 27 un poco mejor. La de 26 años, otro poco mejor. Y ya la de 25, muy mejor. Y de 24 a 18 años: Por ahí van todas de buenas: Muy buenas.
De 18 para abajo, la cosa empieza a degradarse, pero muy lentamente, muy lentamente. Ni siquiera es que se degrade, se degradan ellos, se culpan, se quieren menos. Se creen lo que dicen de ellos. Y ya comienza a haber algún que otro individuo machimen, pandilla machimen, con chicas machimen: Pero poco apreciable. Eso sí: Hay infinitamente más machimenes en colegios públicos: Para el caso, -se pague o no-, no religiosos. Ya se sabe: Funcionarios acomodados, -muchos de ellos progres-, ejerciendo de “maestros”.
La generación de los 80, -toda ella-, aún les ha llegado algo de esa civilización de la que hablabas, y la que yo te quería transmitir. La del 90 ya apenas ha recibido absolutamente nada. O mejor dicho. Para ellos, su única salvación estaría en una buena educación por parte de sus padres. ¿La tienen? ¡Ay! La vida en las ciudades… Las nuevas costumbres… El ritmo infernal de trabajo… ¡Aire!
Hagamos un cálculo aproximado, como todos estos cálculos: 17(años) + 30 (edad de padre primerizo) = Padre de 47 años… 2007-47 = 1960… Éstos:
http://www.elmundo.es/magazine/2004/237/1081271692.html
¡Ostra!
¡Cuánta gente comprometida junta! Echanove, Cristina del Valle, Hilario Pino, etc., etc., etc.
Generación 60, oséase: Sus padres…
Resulta que Echanove, tipo comprometido, artista intérprete de Franco, fulano conocedor de “cómo otros corrían delante de los grises”, es posible que sea padre. Y Cristina del Valle, y tanta otra gente “guay progre” que ni tan siquiera corrieron delante de nadie, ya no hablemos de conocer a Franco… Como podrás ver, la degradación es infinitamente superior y continúa: Lo mismo con Zapatero, que con Cayetana Guillén Cuervo: “Los de izquierda son los buenos. Me mataron a mi abuelo y tengo amnesia por parte materna…” La moral es frágil. Y confiar ya en una propia, puede ser, en algunos casos, una peripecia mortal: Todo lo peor no es que salgan imitadores de los padres, todo lo malo para ellos es que no les salgan parecidos, que es lo que va a sucederles: Porque la reacción que se va barruntando contra esos mismos padres, -generación contra generación-, con el paso del tiempo, es terrible.
Para bien o para mal, si has tenido oportunidad de correr delante de los grises, quiere decir que has vivido una realidad, -que luego puedes haber procedido a exagerar o no-, pero al menos hubo un hecho real. Pero cuando te contrapones de oídas a un hecho, la enfermedad es superior. Te hablaba de la pubertad. Haz cálculos, pero la flexibilización de las libertades les ha pillado a estos de los 60, -y no a otros-, en plena pubertad. Lo mismo que a los que estamos entre 27 y 31 años nos ha pillado de pleno el aumento de canales de 1 a 4/5/6 (Plus/autonómicas), la llegada desbordante de la influencia de EEUU, -vía música o lo que sea-, y ya no hablemos de las tecnologías: Móvil e internet… Sitúa todo eso en el año 90, y pregúntate cómo puede afectarle eso a una persona.
Hablas de Nueva York. Consigue un libro que se llama La Ciudad Automática, y verás lo que es España hoy, pero verás también lo que no era cuándo éramos más jóvenes. Cambios que se han dado y qué es difícil reconocer los modos en los que afectan a cada cual.
Y ya para dejarlo, dejando cosntatación de todos estos hechos a través de una realidad te vuelvo a conminar a http://javimoya.com/blog/2006/04/24/la-generacion-de-los-80/
Y me voy explicando sobre el ejemplo:
Tarugo habla de generación 80 (dos arriba, dos abajo). Y tarugo habla bien porque habla de él mismo. Y, más o menos, ahí se sitúa sin ver ninguna extrapolación con los chavales de 25 años para abajo. Luego tarugo se posiciona inconscientemente. Luego a Tarugo le sale la vena prosaica, esa vena progre que ya arreciaba con el “Cuéntame” y con la estupidez de “saber mucho más de la nada (política) que otros”, e intenta arrimar adeptos a su causa aunque no se parezca con ellos en nada.
El hecho es que Tarugo cuenta unos hechos muy genéricos que podrían ser abarcados por una generación muy amplia, que va desde los 70 hasta el 82, e incluso, en cuanto a hechos televisivos y anecdóticos, mucho más allá, aunque muy distanciado en el recuerdo de los más jóvenes, como para tener constancia plena. Y por todo ello, se explica esto:
- Viendo las respuestas 21, 24, 41, 58 y 69, verás cómo absolutamente todos reconocen que los recuerdos les quedan justitos, porque eran bastante pequeños, pero sí que guardan unos cuantos en la memoria. En ninguno de estos casos, chavales todos de 21 y 22 años, salvo el último que tiene 17/8 años, nadie hace un juicio de valor de los más jóvenes, entre otros casos, porque ellos sí que son jóvenes, y los verdaderos ocupantes de esa generación de los 80. Por lo cual no tienen nada más en común con el hombre que ha escrito el texto que ciertos recuerdos, tanto en lo televisivo, como en la forma de distinguir sus vidas. Es por eso que la relación de unificación tan sólo es posible vista desde la mentalidad progre de un hombre situado entre sus 27 y 31 años que pretende extender su extraña causa a más personas de las que su inconsciente le exigía: luego no, no coinciden en sus formas de ver la vida. Pudieron estar rodeados de la misma vida, pero mientras los más jóvenes de, ya 26, pero sobre todo 25-18 años la han vivido, los de su propia generación tienen la necesidad de reclamarla porque piensan que se les ha perdido. La prueba más palpable es que entre estos jóvenes de 18-25 años, hay quien intenta darle una explicación, -cosa que sus mayores ya ni intentan embebidos en sus propios recuerdos-, a cómo son los chavales de los 90, pero siempre condescendiendo. Casi como echando en falta y apenándose por ellos de que hayan dispuesto tan temprano de los videojuegos y de otras cosas, no habiendo tenido oportunidad de conocer otras formas de divertimentos que ellos sí le desearían. Los más mayores (27-31), sin embargo, parecen, sino escupírles las propias penas y recuerdos, la propia imposibilidad de volver a ellos, al menos no tenerlos en cuenta como seres humanos. Omiten las posibles diferencias, no se plantean las posibles diferencias, ni les importa.
Tan sólo hay un caso (extraño), -la respuesta de una persona del 77 (respuesta 67) que afirma que los chavales de los 90 no son mejores ni peores.
En cuanto al chaval nacido en el 89 (17/8 años) (respuesta 69) reconoce la diferencia de los que están por venir (13 años más o menos para abajo… ) con respecto a él.
Si te fijas en los más talluditos, nacidos en los 70, -pero antes del 76 o 75-, reconocen que lo vivido es más o menos lo mismo, o incluso reconocen que ésa son realmente sus vivencias, y no las de la generacíón que se intenta apropiarlas para sí (tarugo 80 más, manos dos). De hecho, esa diferencia de edad que aparentemente quedaba diluida con una respuesta como la 25, salta a la luz con respuestas que ponen al tarugo en su sitio vía respuestas 40 y 50 (nacidos en el 72 y en el 74).
Incluso entre los de esta generación superior en edad, a los que los cambios tecnológicos los pilló ya más asentados, y no tanto en plena pubertad como a la nuestra, hay quien vislumbra las claves que igualmente les aflige al contemplar a los chavales, como parecen decir las respuestas 8 y 51. La respuesta 50, además, refleja esa mayor facilidad, desde la edad que permite juzgar cómo afectaron los cambios tecnológicos y la globalización al pillarlos con más experiencia en sus vidas, que tienen los chavales jóvenes en asumir cambios.
Vemos que en esto se unen parte de la generación anterior a la nuestra, y la que va justo después. Quedando la nuestra descafeinada por ella misma, y azorante a la hora de echar culpas y olvidarse de la falta de adaptación propia a los tiempos, que va mucho más allá de los 1000 euros y que tiene un sustrato más profundo.
Y esa realidad, y ya intuyéndosele el hartazgo de las cosas que se van escribiendo (véanse las tonterías vertidas en las respuestas 71 y 82), se percibe en la respuesta del chaval más joven, -respuesta 72-, del año 90, justo en el límite de los que ya se empiezan a intuir por detrás, y que nota gran parte de lo dicho como un trotar de viejos que, si lo son, lo son precisamente por sus ansias de recordar y de culpar a los demás por esos cambios que le acontecieron en plena pubertad, y que aún no han sabido asumir. Esos cambios que marcan nuestro deambular y que deja a nuestra generación en tierra de nadie son:
- Los cambios tecnológicos y la apertura al mundo de un modo sin precedentes en plena pubertad.
- La gente nacida entre los años 75 y 81, se corresponden con unas tasas de hijos por mujer entre 2,8 y 2,036. Esta tasa baja por debajo del 2,0 a partir de los nacidos en el 82, de ahí sigue descendiendo hasta los 1,4 de los nacidos en el 89. Esto es: Pertenecemos a una generación de dos hijos por familia. Mientras que lo chavales suelen ser más bien hijos únicos. Sus padres también eran más jóvenes y, por tanto, tampoco tuvieron la oportunidad de ejercer de revolucionarios. A ellos ya les llegó la estabilidad y la democracia.
- Etc., etc.
Y curiosamente, el hecho de ser hijos únicos, no les priva de comportarse de manera mucho más condescendiente con el resto de generaciones. La nuestra, sin embargo…
En fin. Para resumir todo este tinglado, bastaría con hacer notar a esta chica: http://www.ot.telecinco.es/dn_704.htm
La chica está saliendo de OT y ella, convencida, les dice a los compañeros: “Adelante por vosotros, y adelante por los que están por venir”. La cuestión no es que adopte parte de un coro que ha puesto un banco para promocionarse a los chavales y que habla de sueños, sino que habla de una generación venidera con convencimiento: Una mirada hacia atrás que sería del todo imposible en la nuestra, y que seguirá siendo del todo imposible. Ellos son, unos mejores, y otros, cuando menos, buenos aunque se culpen. El resto que está por venir, si siguen los progres, terminarán matando, de una u otra forma, a sus padres.
Y eso es todo, que creo que no es poco. Pero también creo que bastaría con olvidarse un poco del propio ombligo, y buscar vistas o más cortas, o más largas, -según se mire-, pero cuando menos, más próximas a la realidad. Y, desde luego, en mis tiempos, y me imagino que en los tuyos, no se hacía una cadena de favores en las que principiando por la calle, pasando a los platós propios, cambiándole una camiseta a Pau, un jamón a Vigo Mortensen (¿?), una guitarra a Paco de Lucía, para ir llegando a un cuadro que te regalan de no sé que pintor, alcanzar la puerta del presidente del BBVA, que es muy bueno y te compra el cuadro que vale para comprar medicamentos a niños saharauis… Esta civilización precisa, yo, gracias a Dios, no la viví. Me temo que estos chavales es la que van recibiendo, entre los valores de la fama, de OT y de GH.
Un saludo. Disculpa por la extensión. Más o menos explicado quedo. Aunque no vuelva a responder me seguiré pasando por este lugar.