De manera recurrente, con argumentos falaces y medias
verdades, reaparece en el #ClaustroVirtual el hipócrita debate en torno a la
necesidad o no de los deberes en la formación académica de nuestros alumnos.
Existe una ingente literatura académica sobre el asunto en la que cada uno
suele encontrar y difundir solo aquello que le conviene para sostener su punto
de vista, escondiendo de manera capciosa lo que contradice a la generalización
con la que pretende convencer a la sociedad.
Como siempre, intento participar en este debate con
honestidad y partiendo de una premisa muy concreta: la realidad de la
organización de nuestro sistema educativo. Y por especificar aún más, hablo
desde la Comunidad Autónoma de Madrid, con ratios hasta hace un par de años de
30-33 alumnos en la ESO (algo que, poco a poco, la demografía está permitiendo
bajar. Estamos ya a 25-28 hasta 3º ESO) y 35-38 en el Bachillerato.
Partiendo de esta realidad, esta son mis 10 reflexiones
urgentes sobre el artificioso debate de los deberes:
1. Nunca discutas sobre la necesidad de los deberes en el
aprendizaje de los alumnos sin aclarar antes el nivel educativo sobre el que se
está discutiendo. Muchas controversias acaban cuando eso se aclara. Nada tiene
que ver considerar los deberes innecesarios en los primeros cursos de Primaria
con sí considerarlos necesarios en la ESO y el Bachillerato.
2. Creo sinceramente en la necesidad de que los alumnos
realicen deberes en sus casas con los que reforzar su aprendizaje en la ESO y
el Bachillerato. No entro a valorar lo que debería suceder en Primaria. No soy
especialista. Intuyo que en los últimos cursos de esa etapa también serían
necesarios.
3. Nunca se deben calificar los deberes por estar bien o mal
hechos. NUNCA. Solo se debe valorar que el alumno intente hacerlos. Este punto
es clave. Sin esa equivocada amenaza de la calificación, los deberes son la
mejor manera de fomentar el trabajo autónomo del alumno para que sea capaz de detectar fallas en su aprendizaje. Por ello, si el profesor no se gana la confianza de sus alumnos para
que entiendan que la valoración positiva de ese trabajo se consigue solo con
haberlo intentado, habrá fracasado a la hora de conseguir dar un valor
pedagógico a ese trabajo autónomo del alumno. Esto es muy importante.
4. Evidentemente, el valorar solo el intento de realizar los deberes propuestos abre la puerta
a la picaresca. En mi materia, FyQ, permite que solo realizando un
planteamiento de datos de un problema el alumno explique, compungido (sea verdad
o no), que no sabía cómo seguir.
En este caso, la experiencia del docente es clave: debe conocer a sus alumnos y
gestionar esa picaresca con diferentes estrategias pero, en todo caso, el
intento del alumno debe ser considerado siempre positivo, también en estos
casos dudosos, y ese alumno debe intervenir en la posterior corrección de los
deberes para ayudarlo con sus problemas de aprendizaje.
5. Cada alumno tiene su contexto sociofamiliar. Por ello, no
solo se ha de valorar que los deberes se hayan hecho sino que hay que
confrontar a los alumnos que parecen hacerlos bien con la resolución planteada para ver si la entienden. Deben darse cuenta lo antes posible de la inutilidad de hacerlos
con ayuda y sin comprender apenas nada de lo realizado. Sin penalizaciones La idea es
clara: el alumno ha de entender que lo único que se valora es que intente hacer
esos deberes porque le servirán para consolidar el aprendizaje construido. Y
que no saber hacerlos significa que, en el aula, ese alumno y su profesor
tienen que volver a repasar lo trabajado.
6. Es ridículo mandar deberes de forma rutinaria tras cada
clase. Los deberes nunca deben ser excesivamente repetitivos ni entenderse
como una dinámica de control del tiempo de los alumnos en sus casas. Eso sí,
cuando toca hacerlos para reforzar el aprendizaje deben ser una obligación. "Machacarles"
a deberes nunca es productivo. Renunciar a ellos en la ESO y en el Bachillerato es, en general,
trabajar contra su formación.
7. Desconfía de los docentes que públicamente, y sin
matices, se muestren contrarios a los deberes: nunca dejarán a sus hijos
fracasar educativamente y son perfectamente conscientes de lo complicado que resulta acceder a estudios
superiores sin construir hábitos de trabajo autónomo y sin acumular un conocimiento de base fruto del estudio.
8. Defender que el adolescente no debe tener deberes
académicos porque por las tardes ha de disponer de tiempo libre para realizar
otras actividades extraescolares es una forma perversa de clasismo social. Elude la realidad de miles
de familias cuyos padres no pueden pagar esas actividades ni estar en casa con
sus hijos por la tarde. Ese trabajo autónomo de los alumnos será la base de
cualquier formación superior a la que puedan optar. Sin ese trabajo individual,
sin esa construcción de un "yo, estudiante" (que supera obstáculos
con la ayuda de su profesor), no existe posibilidad de un aprendizaje real.
9. Si alguien defiende que un alumno de 4º ESO puede
aprender e interiorizar con la suficiente profundidad los conceptos de materias
como FyQ (que son absolutamente necesarios para que muchos de esos alumnos
puedan continuar su formación posterior) solo con 165 minutos semanales (de
aula) durante un curso o no tiene ni puñetera idea de lo que habla o realmente
no le importa absolutamente nada la igualdad de oportunidades educativas a la
hora de que un alumno pueda o no optar a estudios superiores.
10. Si a pesar de explicarle a tu interlocutor todo esto, te
cita a Alfie Kohn y su infumable y clasista ensayo El mito de los deberes,
corre. Si te habla de Ken Robinson y de cómo la Escuela destruye la creatividad
de SU hijo, huye. Eso sí, analiza la diferencia entre lo que dice y lo que hace
a la hora de organizar la formación académica de sus hijos.
Publicado originalmente en X/Twitter el 21 de octubre de 2021
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