07 marzo 2025

A pie de aula 6: vivimos en la memoria de los que fueron nuestros alumnos

Hace ya casi quince años que me fui de Colmenar de Oreja. Estuve como interino durante dos cursos en el SIES de la localidad. Fueron dos cursos excelentes en lo laboral y en lo personal pero todavía hoy recuerdo con una sonrisa (de miedo) en la boca aquellos trayectos en autobús (aquel mítico 337) para llegar hasta allí, las más lejana población en la que he trabajado en Madrid: una hora de autobús diaria de ida y otra de vuelta que dieron mucho de sí. Sobre todo, un enorme cansancio, claro.

Hace un año, mientras comía en Buitrago del Lozoya, a donde había ido aprovechando un puente, noté que un chico me miraba desde otra mesa con extraña insistencia. Notaba su mirada desde lejos sin acabar de comprender qué podía despertar su curiosidad hasta que, finalmente, se acercó directamente a mi mesa y me dijo:

—Disculpa, ¿tú eres Pepe, no?

Todos los docentes sabemos lo difícil que es recordar los nombres de antiguos alumnos. Incluso olvidamos muchos de los del curso pasado si no vuelven a ser alumnos nuestros al curso siguiente. Y más los que, como interinos, hemos cambiado de centro con cierta asiduidad . Cada año aprendemos decenas de nuevos nombres e, inevitablemente, vamos olvidando otros tantos. Pero podemos olvidar sus nombres, no sus caras, sus gestos, su forma de mirar, sus sonrisas. Aunque este chico ya rondaba los 30 años.

—Sí, soy yo, claro... y seguro que tú fuiste alumno mío, ¿no?

Nos empezamos a reír y me aseguró que desde que me había visto en la mesa había pensado que era yo pero que hasta que no había hecho un gesto característico mío con el pelo no había estado seguro. Mi mujer, también presente, se reía. Sabe que cuando hablo y me explayo (y más en clase) siempre termino tocándome el pelo mientras intento explicarme. Finalmente, el chaval se identificó y una avalancha de recuerdos regresaron de golpe a mi cabeza.

Le había dado clases en la ESO. Por entonces, era un alumno que rozaba la conflictividad y mostraba siempre un punto de desafío hacia sus profesores pero también tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Y dibujaba como los ángeles. Recuerdo cómo le animábamos a estudiar y cómo discutíamos por entonces sus profesores las mejores estrategias para que siguiera estudiando.

Lo último que había sabido de él era que había titulado la ESO y que, animado por todos, había decidido matricularse en el Bachillerato de Artes en un instituto de Madrid, el IES Isabel la Católica. Ahora le iba a tocar a él esa hora y media diaria de ida y de vuelta, en transporte público, para continuar con su formación. Allí, de pie, sin dejar de sonreír, me completó su historia: me contó que acabó el Bachillerato y siguió formándose. También me contó que ahora estaba trabajando en la producción de una serie que se estaba rodando allí, en Buitrago del Lozoya, en este pueblo en el que casi 15 años después habíamos vuelto a encontrarnos. Transmitía la misma energía contagiosa que cuando era un chaval y, aunque iba con prisa, empezó a hablarme de los "viejos tiempos".

—No sabes lo que nos acordamos de ti, Pepe, nos cambiaste la vida.

Sin darse cuenta, como si estuviese hablando del tiempo, el hombre en el que se había convertido aquel chaval al que yo enseñé durante tan poco tiempo, hace ya tanto tiempo, me soltó ese halago que un docente nunca espera.

Siguió hablando, riéndose, mientras recordaba su época de chaval en el instituto, las que había montado, cómo se había dado cuenta de que tenía que seguir estudiando y también cómo recordaba haber empezado entender lo de la FyQ conmigo. Yo diría que solo le di clases en 3º ESO. Me habló de sus amigos del pueblo, que también habían sido mis alumnos, y cómo iban a alucinar cuando les contase que me había visto.

Nos despedimos sin más. Felices. Me alegró la tarde. En un año terrible en lo personal, pocos días después de la muerte de mi madre y apenas dos meses después de la muerte de mi hermano Juanma, un reconocimiento espontáneo como el suyo me llegó al alma.

Solo una cosa de aquella conversación recuerdo con tristeza: no pude evitar tener presente en todo momento, durante la conversación, a Fernando. También fue su profesor allí pero no fui capaz de contarle nada sobre él y sobre lo que le había pasado.

Post ampliado a partir de la base de un hilo escrito enX/Twitter el 23 de febrero de 2024

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