22 mayo 2012

Sobre esquiroles lúcidos y camisetas verdes (mojadas)


El esquirol lúcido es uno de los peores enemigos internos al que debe enfrentarse el profesor cuando intenta construir una estrategia de movilización contra las políticas que atentan a la educación pública. El esquirol lúcido es absolutamente consciente de la gravedad de la situación en la que se encuentra la enseñanza pública, del punto de inflexión que las políticas actuales van a suponer para el futuro de miles de jóvenes de hoy y del futuro. El esquirol lúcido conoce de primera mano las injusticias que genera la doble red pública/concertada así como que, lentamente, a base de recortes, parches, decretos, instrucciones y enmiendas se está atacando desde todos los frentes el principio de igualdad de oportunidades en que debiera basarse una democracia, dejando morir desangrada por cientos de heridas supurantes a la otrora orgullosa educación pública, la que fuera emblema de una sociedad que salía del oscurantismo de la dictadura y quería encaminarse con esperanza hacia el futuro, apoyándose en una enseñanza igualitaria y gratuita (gracias a los impuestos) de niños, adolescentes y jóvenes que, en poco tiempo, se convirtieron en los que hoy nos sanan como médicos, construyen como ingenieros, imparten clases como profesores o descubren como científicos. El esquirol lúcido no participa jamás en la ingrata tarea de organizar asambleas, informar a compañeros, distribuir información por las redes sociales o elaborar estrategias. Su capacidad intelectual y cultural le permite estar al tanto de todo lo que va sucediendo y, por ende, de encontrar siempre alguna razón por la que finalmente no debe juntarse a la infantería que, con sus propias dudas y contradicciones, es consciente de la necesidad de actuar y participar secundando las huelgas. El esquirol lúcido asienta su argumentación sobre dos o tres recias ideas construidas siempre desde una posición de seguridad laboral (nunca será un interino) que le permiten no terminar de ensuciarse las manos (ni perder su tiempo, ni su dinero) con huelgas a las que predice nulo futuro. A diferencia de otras especies de esquirol no se escuda en el miedo (esquirol pusilánime), ni en el dinero (esquirol ruin), ni en la necesidad de los recortes (esquirol ideológico), ni en su propio adocenamiento intelectual (esquirol inane). El esquirol lúcido es consciente de que debería, por dignidad y justicia, secundar las huelgas, por lo que suele aceptar superficialmente las críticas que provoca su, en principio, incomprensible posición. Pero contraataca refugiándose en abstractos ético-estéticos basados en la necesidad de ser más contundentes con las acciones a realizar, y como esa necesidad no es satisfecha con días puntuales de huelga, predice el fracaso de las acciones propuestas, profecía autocumplida que él mismo se encarga de ayudar a que se cumpla acudiendo finalmente el día de huelga a trabajar, como un esquirol más, mientras los demás (idiotas idealistas, según su postura) se dejan los cuernos volviendo a fracasar en las calles. Inteligente y cínico, ejerce de profeta y advierte lúcidamente que todo esto no servirá de nuevo para nada y tan sólo servirá para seguir haciendo el juego a la Administración (aunque asume al mismo tiempo que su propia postura es la que más beneficia a esa Administración, contradicción ésta que no parece quitarle el sueño). El esquirol lúcido se refugia en la utopía de una huelga indefinida que, como nunca llega, impide contrastar la verosimilitud de sus afirmaciones, pero mientras tanto ejerce de peligroso agente desmovilizador en los claustros de profesores ya que su opinión suele ser escuchada y respetada, por lo que su decisión anunciada de no participar en las huelgas permite encontrar la excusa final a muchos otros (que suelen sufrir una acusada anorexia intelectual) que tan sólo esperan la ocasión perfecta para escabullirse de sus responsabilidades ciudadanas. En general, el esquirol lúcido de manual nunca secunda ninguna huelga, pero su bando aumenta de número gracias a muchos profesores que se ven tentados por esa opción en alguna ocasión. Así, equivocando el objetivo de sus iras, de sus frustraciones, eligen erróneos compañeros de viaje que le acompañan encantado por el mar de las excusas esquirolas que se ponen encima de la mesa a la hora de tomar el más miserable de todos los cafés tomados en un instituto: el del día de la huelga, cuando la ausencia de alumnos permite cobrar al esquirol sin dar un palo al agua. 

Por último merece la pena detenerse en un tipo de esquirol que antes no he mencionado. Podríamos denominarlo el esquirol  hipócrita. A los de este tipo reconozco que no los puedo soportar, tal es el grado de indecencia que sus acciones suponen. Son los profesores que en el día de huelga van a trabajar, sin vergüenza alguna, enfundados en su camiseta verde, comprometidos ellos que son, o que quieren parecer, claro, como queriendo distinguirse del resto de esquiroles y crear una nueva clase que genere mayor simpatía, sin entender que lo único que producen es mayor aversión. El esquirol hipócrita o indignadito (porque no llega a indignado) supone egoísta y miserablemente que es el único con problemas económicos, familiares o personales, considera que no puede permitirse perder un solo día de sueldo (o varios) y aún manteniendo artificialmente un discurso crítico hacia los recortes asume que los demás tenemos que entender que su contribución a la causa es manifestarnos públicamente su apoyo mediante la dichosa camiseta, mientras también se ocupa de desmovilizar aduciendo cuando se le presiona, que las huelgas no son la salida a nuestros problemas… ¡Sin aportar jamás alguna alternativa creíble que no pertenezca a sus mundos de Yupi! Igual, si se tercia, no llueve y no le viene muy mal, se paseará por la tarde por la calle en la manifestación de turno (siempre en las numerosas, porque en las que permiten semanal o mensualmente que la lucha no decaiga ni aparece ni se le espera). El esquirol hipócrita asume con desparpajo que él también está luchando a su manera, aunque nunca le encontrarás jugándose un euro de su bolsillo o un ápice de su seguridad laboral mediante algún acto subversivo contra aquellos que asfixian la educación pública. A lo más que llegará será a hacer encendidas y pueriles defensas abstractas del valor de la enseñanza pública y en su perfil de Facebook colgará lacitos verdes, vídeos empalagosos y demás chuminadas con las que cree contribuir a la causa.

Hoy era un día de huelga en la educación pública. Y huelga significa paralizar el funcionamiento normal de una actividad laboral para reivindicar aquello que los trabajadores consideran justo. En esta ocasión además significaba la confluencia de la defensa de unos derechos laborales determinados con la defensa de un derecho social que se nos escapa de las manos. Da igual que hoy un profesor hiciera huelga por un motivo, por otro o por ambos. Lo que es impresentable es que sabiendo la que nos está cayendo encima hoy demasiados hayan decidido ir a (no) trabajar.

11 mayo 2012

¡¡Menos fútbol y más educación!!

Llegamos tarde a la concentración. Otra más, de nuevo, en la calle Alcalá, frente a la Consejería de Educación, con nuestras camisetas verdes. Ahora también enfrentados al Ministerio, cuya sede se sitúa junto a la de la Consejería, formando una fachada interminable, como una metáfora de la extraordinaria fuerza del aquellos contra los que nos enfrentamos. Ahora ellos han redoblado sus fuerzas pero en cambio nosotros nos diluimos y cada vez somos menos los que asistimos a estas concentraciones. Justo cuando llegamos la marea verde, a la que tristemente apenas se la puede catalogar como ola, ha sido arrinconada por la policía en un lado de la calle, liberando al asfalto de su presencia. De lejos, mientras aceleramos el paso, aparece un autobús descapotable con colores rojiblancos que avanza hacia nosotros de manera pausada. Los pitidos y los gritos comienzan a aumentar de volumen, no sé todavía por qué, pero comienzo a correr para llegar cuanto antes junto a mis compañeros. Al tiempo ellos, de manera pacífica, se saltan tímidamente el mínimo cordón policial e invaden unos metros la calzada, justo cuando el autobús, ocupado por un grupo de niñatos contentos, alborotados y excitados, futbolistas que han hecho felices a tantos madrileños atléticos, pasaba por ella. Soy futbolero, me encanta este deporte, me gusta mucho verlo por televisión, soy capaz incluso de ver partidos infantiles y juveniles o de pararme unos minutos en la calle para seguir las evoluciones de unos chavales que disfrutan del balón como tantas veces hice yo de niño. Su felicidad y su celebración no debieran oponerse a nuestras reivindicaciones. Pero algo sucede, y a su paso dejo salir mi rabia, mi ira, mi frustración, por ver que otra vez volvemos a ser tan pocos, por constatar que nada parece ya movilizar a tantos profesores acomodados en sus rutinas diarias y que parecen haber agotado su capacidad de indignación (nunca su capacidad de sumisión), por observar que los vagones de metro ya no estaban coloreados de verde como tantas veces sino de rojiblanco, repletos de gente que no duda en romper su rutinas para festejar pero que siempre encuentra una excusa para no salir a la calle a reivindicar y reclamar los derechos que les están robando… porque estoy jodido, porque estoy fastidiado, porque empiezo a estar harto de estar siempre harto, de manera que junto a mis compañeros grito, vocifero, utilizando hasta el último aliento de mis asmáticos pulmones: “¡¡Menos fútbol y más educación!!… ¡¡Menos fútbol y más educación!!... ¡¡Menos fútbol y más educación!!... Mientras lentamente el autobús circula por delante de nosotros, veo nítidamente las caras de tantos de los jugadores que conozco, gritándonos ellos a su vez, tal vez creyendo erróneamente que los aclamamos. Distingo a uno que me mira desde el principio, o eso creo, tal vez sea Koke, o no, parece intentar comprender lo que les decimos, lo que yo le grito mirándole ya directamente mientras lo señalo; él deja de gritar y de agitar su bufanda unos segundos, parece prestarme toda su atención, parece comprender, capta el mensaje y me asiente con la cabeza, tal vez jocosamente, casi seguro, como con pena, por mí, por nosotros, por los tristes, por los cansinos, como no podía ser de otra forma. Finalmente, el autobús se aleja definitivamente, camino a Sol, camino a los dominios de Aguirre, que los espera para exhibirse con ellos en el balcón de su palacio, frente a una plaza que hierve de pasión y expectación, invadida de nuevo pero por los motivos que parecen agradar a la Presidenta, dispuesta ella de nuevo a enfundarse en una camiseta de fútbol, a hacer sus chascarrilos con los jugadores, técnicos, dirigentes, a montar, en definitiva, su ya conocido espectáculo populista y campechano que tanto parece gustar a una gran parte de la sociedad madrileña.

Mientras miro como se aleja el autobús, dejo de gritar y de inmediato, sin poder evitarlo, al pararme a pensar un segundo, me echo a reír, a carcajadas, junto con algunos de los profesores. Qué tonto todo. Cuánta intensidad ridícula. Cuánta dignidad si no impostada sí artificial. Qué ridículos podemos ser cuando  nos ponemos tan solemnes. Menos fútbol y más educación… menuda chorrada, como si ése fuera nuestro problema, el problema de este país. Qué absurdos terminan siendo tantas veces esos momentos de pasión desbordada, colectiva o individual, que estamos acostumbrados a que la literatura y el cine mitifiquen. El exceso de intensidad en la vida siempre viene acompañado de un punto de ridiculez. La vida nunca es sólo drama. Nunca es sólo comedia. Eso sí, siempre termina siendo fordiana.

28 abril 2012

Declaración de amor a un sueño moribundo

Cada día una nueva mala noticia educativa en Madrid viene a superponerse a la del día anterior. Confluyen como una superposición de ondas en interferencia constructiva, mostrándome la dura realidad que, lenta pero inevitablemente, me arrastra cada día más lejos de la profesión que elegí y con la que he sido extraordinariamente feliz durante los últimos seis años.

Yo nunca aspiré a ser profesor de instituto. Ni cuando fui adolescente, ni cuando me planteé el estudio de la carrera de Físicas, ni cuando elegí la especialidad de Astrofísica para licenciarme. Utilizaba con soltura los lugares comunes con los que los jóvenes denostan a estos profesores, vinculando su actividad con los folios amarillos, la desidia, el aburrimiento y la mediocridad. Lugares comunes, esos lugares que por creer conocidos no se investigan y dejan patente nuestra propia pobreza y pereza intelectual. Una vez acabada la carrera lo único que tenía claro era, en cambio, que no podía dedicar mi vida a la investigación científica porque implicaba una dedicación exclusiva a algo que estaba en las antípodas de lo que eran mis intereses reales. Aún me emociono cuando comprendo (o vuelvo a comprender) ciertos fenómenos físicos, me entusiasma asomarme a vislumbrar el porqué de tantos de esos sucesos que la naturaleza nos muestra, cada día me interesan más la filosofía y la divulgación de la ciencia, pero ya por entonces advertía con pavor la entrega monacal que exigía la especialización que suponía la investigación, y la competición miserable, la lucha no por conocer sino por pertenecer, no por comprender sino por sobrevivir en el mundo de la ciencia. Sólo he visto en otro lugar similares puñaladas a las que, dentro de la ciencia, los aspirantes al club se lanzan entre ellos: en el mundo de la literatura. Entre sonrisas, abrazos e hipócritas loas. Recién emparejado con la que hoy sigue siendo mi mujer, mi compañera, mi todo, decidimos seguir nuestra frágil aventura en Madrid, en la que era la ciudad de mis sueños, donde según mi imaginario todo sucedía porque todo podía suceder. Madrid nunca me ha decepcionado, al menos hasta ahora, me siento en casa como nunca me sentí en Sevilla, me siento identificado con su idiosincrasia, con su ritmo, con su autocrítica constante, con su capacidad de no ser nada mientra puede aspirar a ser todo. A pesar de su repugnante evolución hacia el conservadurismo político. Durante un par años vivimos al día, con lo justo, sin posesión alguna, sin compromisos ni ataduras, dando clases particulares a domicilio, disfrutando del enorme tiempo libre que nuestra falta de ambición económica nos otorgaba para vivir la ciudad, para leer, para sumergirme en el cine, para picar y picar en todo aquello que me llena, me interesa: sociología, economía, política, cine, filosofía, literatura… Experto en casi todo, especialista en casi nada, diletante profesional, incapaz de profundizar, feliz por ello, desgraciado a veces por lo mismo. Fue  una época feliz, libre, casi salvaje, donde el tiempo era eterno y el futuro sólo era algo que pasaba la semana siguiente. Poco a poco descubrí que era bueno, bastante bueno dando clases. Que me gustaba, que se me daba bien, que era la única actividad en donde nunca mostraba impaciencia, en la que en todo momento era capaz de de mostrar la empatía necesaria para ayudar a la comprensión del alumno. Tal vez había encontrado algo, tal vez podría tener la suerte de dedicarme a algo que me gustara y que me dejara cierto tiempo libre para seguir ocupándome de mis otras necesidades. Tuve suerte y, aprobando una y otra vez los exámenes de las oposiciones, pude optar a las migajas interinas que el sistema educativo madrileño permitía debido a la financiación ilegítima con fondos públicos de la enseñanza privada concertada. Fui profesor interino, con vacante cada curso, lo que significaba que cada año me convertí en el profesor de Física y Química (y Ciencias Naturales) de decenas de alumnos madrileños.

Desde el primer día supe que estaba exactamente donde debía estar. Desde que entré por primera vez en las aulas del IES Isabel la Católica, supe que había encontrado mi sitio, mi lugar en el mundo. Entonces yo no sabía nada de constructivismo, de grupos de trabajo, de la crisis de la clase magistral, de la discusión pedagógica sobre lo que debía significar la figura del profesor en el proceso de aprendizaje de los alumnos, de trincheras educativas, de lo que había supuesto y significaba, positiva o negativamente, la LOGSE en la memoria individual y colectiva del gremio docente... Lo que sí sabía, lo que supe desde el principio, era lo extraordinariamente sencillo que me era conectar con los alumnos, con sus problemas, con sus inquietudes, sus miedos, sus ambiciones. Y a partir de ahí ayudarles a interesarse por la ciencia y por el mundo partiendo de sus ideas y procurando alimentar sus sueños. Tal vez todo era muy simple, tal vez el significado de ser profesor fuera en el fondo mucho más sencillo que lo que tantos pedagogos se afanaban en complicar o tantos malos profesores se empeñaban en simplificar, tal vez todo se resumía en que había que respetar a los alumnos, escucharlos, empatizar con ellos, considerarlos merecedores de consideración intelectual y emocional y no por ello dejar de saber que el papel del profesor no era estar a su altura sino colocarse a su lado, ayudarlos a avanzar mientras tú te quedabas atrás, mientras ellos se alejaban en busca de la consecución de sus propios sueños. Hace tiempo que comprendí que ningún CAP, ningún Máster va a conseguir jamás que alguien que no sienta que eso es una verdad emocional, casi telúrica, puede llegar a ser un buen profesor. Podrá ser un buen profesional, tendrá los recursos para enseñar una materia, pero nunca será un buen profesor. Yo entendí rápidamente que mi papel, el papel del profesor, no tenía nada que ver con  impartir espectaculares y aburridas clases magistrales sobre la materia que enseñamos, sino mucho más con la apertura de puertas a otros mundos, científicos, culturales y emocionales a adolescentes hambrientos, desesperados porque alguien los tome definitivamente en serio, que entienda que, a pesar de los tópicos y de la infantilización a los que sistemáticamente se los somete, ellos son personas en proceso de transformación, camino de convertirse tal vez en aburridos adultos, como tantos, pero aún con la apasionante sensación adolescente de ser al mismo tiempo tan especiales y tan vulgares, de sentirse únicos en el mundo al tiempo que el más mediocre de sus habitantes. Capaces de iluminar con la luz más brillante para un segundo después comportarse de la manera más miserable.

Desde entonces no recuerdo un día que entrara en un aula con mala cara. La mala cara aparecía por la mañana, cuando me tenía que levantar de madrugada para poder llegar a tiempo al instituto. O al llegar a casa más allá de las cuatro de la tarde tras un día agotador. Pero nunca al entrar en el aula. He disfrutado siempre. Esa puerta, la puerta de cada aula, significaba adentrarme en una burbuja, en otro mundo, donde mis problemas, mis miedos, mis preocupaciones, las enfermedades o el contexto socioeconómico pasaban inmediatamente a un segundo plano. En este mundo las directrices estaban claras, los objetivos evidentes, la posibilidad de despiste inexistente, el camino marcado, todo tan fácil y siempre tan cerca del fracaso: cada clase como una función de teatro en la que lo que se hizo el día anterior no sirve para nada, una representación en la que no se puede fallar, trabajando como un director de orquesta, construyendo un show que permita el aprendizaje (el objetivo clave, siempre presente como eje director) para elevarse sobre una realidad educativa que induce al aburrimiento, a la desidia, a la reiteración de actividades clonadas… Cada mañana, cada clase, vista como un reto, siempre cerca del abismo, con los alumnos esperando ese error que les permita de nuevo desconectar y desentenderse, adaptándome a las radicales diferencias entre las decenas de grupos con los que he trabajado, disfrutando de su heterogeneidad, de las sinergias construidas, de las complicidades: la inmigración y los problemas sociales en el Isabel la Católica junto con un estupendo grupo de 4º ESO con el que empecé a aprender a trabajar como tutor; el salto a Fuenlabrada, al África con el 3º más complicado al que nunca me enfrenté y con otra tutoría de 4º muy especial, un grupo de alumnos tremendamente receptivos que me hicieron uno de los regalos de despedida más frikis y divertidos que, creo, nunca recibiré; los dos años en Colmenar de Oreja, en el Carpe Diem, mi exilio rural, que me permitieron por primera vez repetir en un mismo centro y conocer a una generación de alumnos estupendos, extraordinarias personas, muy especiales, que me acaban de invitar a su graduación, dos años después, en 2º de Bachillerato, y con los que aprendí el enorme bien que la educación pública puede hacer en estos lugares; el brusco cambio desde lo rural hasta lo urbano, volviendo a Madrid capital, al Iturralde, con otra tutoría de 4º con alumnos muy brillantes y comprometidos, con hambre atrasada, deseosos de aprender y de posicionarse en el mundo; hasta este curso, en el que he ido transitando desde Becerril hasta Torrejón a la espera de lo que me destine el final de curso, desde trabajar en el Juan Ramón Jiménez con enorme esfuerzo y empatía con alumnos al borde del abandono educativo hasta encontrarme en el Palas Atenea con un 1º de Bachillerato que ha sido el grupo de alumnos más dinámico, divertido y brillante que jamás haya tenido... Años intensos, grupos dispares, cientos de alumnos cuyos nombres voy poco a poco olvidando, cuyas caras se difuminan con el tiempo, pero que tienen un enorme significado porque forman parte de mi vida.

No me engaño. Parafraseando a una de mis películas favoritas mi sensación es que todas estas experiencias se irán como lágrimas en la lluvia. No es éste un post reivindicativo, ni político. Otros lo han sido y otros lo serán. No, éste es una declaración de amor. De amor a una labor en la que he encontrado mi lugar, mi equilibrio, la sensación de ser útil a personas reales e identificables, en la que he encontrado la posibilidad de vivir mi vida sin sentirme excesivamente sucio, ni deshonesto, una labor en la que no debía traicionarme para conseguir el dinero con el que sobrevivir en esta sociedad. Una labor por la que siempre llego absolutamente reventado a casa, que me ha hecho descubrir el sabor amargo de las migrañas, que llena mi cabeza, me exige y me tensiona cada día pero que también me ha permitido conocer a gente extraordinaria, profesores que a día de hoy se han convertido en algunos de mis mejores amigos. Este post lo escribo para mí, para recordarme por qué debo seguir luchando, para no olvidar los motivos por los que perseverar contra viento y marea aún merece la pena, para recordar a esos alumnos con los que he trabajado, ésos que creían que eran ellos los que estaban aprendiendo conmigo mientras era yo que el cada día, gracias a ellos, era mejor persona.

Esto no es más es una declaración de amor en tiempos de guerra.

A pesar de todo.

13 abril 2012

Las mentiras sobre el copago sanitario

Desde hace demasiado tiempo cada día nos despertamos con noticias desesperantes, generadas por el Gobierno con sus recortes o por la miserable presión económica exterior que apuesta por hacernos caer, como ya cayeron Grecia y Portugal. Nunca como en este tiempo me he informado tanto a través de tantas fuentes y nunca como ahora sigo tan poco lo que los periódicos caducos ofrecen en papel.

El anuncio por sorpresa del nuevo ajuste de 10000 millones de euros en sanidad y educación vuelve a mostrarnos cómo el PP no sólo mintió una y otra vez en su programa electoral y durante la campaña electoral de noviembre, sino que además ni siquiera cumple con aquello que Rajoy predicaba acerca de su fiabilidad y de que sus decisiones no iban a ser ocurrencias tomadas de manera irresponsable y precipitada. Un gobierno que tarda casi tres meses en presentar unos presupuestos generales, intentado ocultar sus intenciones a la ciudadanía con el interés bastardo de ganar las elecciones andaluzas, no puede dos semanas después presentar un recorte de este calibre que invalida todo el supuesto trabajo serio de evaluación que la presentación de tales presupuestos debiera conllevar.

La pregunta que surge ahora es de donde van a recortar en dos ámbitos tan delicados como son la sanidad y la educación para conseguir ese ahorro anunciado. En sanidad ya han empezado los dirigentes populares y los tertulianos en nómina a lanzar globos sondas a los medios respecto al camino a seguir: co(re)pago sanitario. Primero, en las recetas... Después, ya veremos. En este enlace se puede leer como Cospedal aboga por el copago en las recetas y abre la puerta a introducirlo también en las consultas (eso sí, todo muy "socialista" de momento, sólo en función de las rentas). También deja caer la posibilidad de dejar de financiar las medicinas más baratas.

Hay que intentar no caer en el nuevo engaño de la derecha. Es un argumento demagógico y falaz decir que deben pagar más por los fármacos aquellos que más cobran (en nómina, claro, a los otros nada se les hace...bueno, sí, reciben amnistías fiscales como premio por robarnos a todos durante años) ya que es injusto que paguen igual que los más pobres. Lo que sucede es que, debido a la progresividad fiscal, los primeros ya han pagado a través de los impuestos, mucho más que los segundos, porque la mayor parte del precio de los fármacos lo subvenciona el Estado... ¡precisamente a través de esos impuestos! Por lo tanto que el PP venga ahora con esta "vena socialista" defendiendo que paguen más por los fármacos los que más cobran sólo es una manera populista de intentar ganarse a la manipulable opinión pública española, aprovecharse de su desesperanza y desesperación y escurrir el bulto. En el fondo son conscientes de que es imposible alcanzar sus objetivos de déficit en un país que no crece, en recesión económica y en el que ellos mismos pronostican que habrá seis millones de parados a final de año. Pero prefieren seguir refugiados en su ortodoxia económica, no tocar el IVA porque sería tremendamente impopular y aprovechar la ocasión para terminar de abrir la puerta a una futura privatización total de la sanidad.
 
El problema (no para ellos que lo saben y les gusta la idea) es que el camino que abren puede romper el consenso social que ha permitido que la clase media y media-alta (las que sustentan el tinglado impositivo realmente) sostegan económicamente el sistema sanitario universal de extraordinaria calidad que tenemos, ya que se podían beneficiar de él tanto directamente (sobre todo en los casos más graves que supondrían un coste privado muy difícil de asumir) como indirectamente (porque podían contratar seguros privados muy baratos que les permitían eludir los aspectos más engorrosos de la sanidad pública). No hay que ser muy perspicaz para prever que en poco tiempo se empezarán a escuchar dulces cantos de sirena que abogarán por la obligatoriedad de seguros médicos privados para las rentas más altas (con jugosas desgravaciones, claro) que ofrecerán prestaciones que la seguridad social ya no ofrezca de manera general y sólo haga de manera asistencialista a los más desfavorecidos. Así veríamos como lentamente se irían desanclando aquellos con las nóminas más altas del compromiso social que supone la sanidad pública . 

Nada hay más peligroso que la demagogia socialista de la derecha

08 abril 2012

Cleptopía: sobreviviendo en la era de la estafa

No creo que pueda haber mejor ensayo para comprender las entrañas de la bestia. Cleptopía debiera ser lectura obligatoria para todo aquél que quiera comprender sin ambages, sin medias tintas, el porqué estamos en la situación en la que hoy nos vemos. Lo curioso es que está escrito desde el corazón de los EEUU y circunscribe lo que cuenta a lo local, política y económicamente. Pero su relato de la crisis, ese relato visceral, emocional, argumentado y totalitario se convierte finalmente en el relato de nuestra crisis, en el relato de la crisis mundial, en el relato de la crisis del capitalismo de casino, de la gran estafa, de la mentira neoliberal.

Otro ciclo diabólico para los ciudadanos ordinarios; otro crimen perpetrado por los ingenieros de la clase estafadora. Un ciudadano de Pensilvania como Robert Lukens ve cómo su negocio se desmorona por culpa de los precios del petróleo. Pero esos precios no han subido por sí solos: un puñado de bancos de inversión los han estado inflando a voluntad, gracias a que unos cuantos políticos les vendieron el poder de manipular el mercado. Lukens no tiene voz en todo esto y se limita a pagar lo que tiene que pagar. Parte de ese dinero va a los bolsillos de esos mismos bancos que lo privan de su existencia política, y otra parte, cada vez más importante, a las petroleras de Oriente Medio. Y como ahora gana menos dinero, Lukens paga menos impuestos al estado de Pensilvania, cuyo déficit presupuestario no deja de engordar. La siguiente noticia es que el gobernador Ed Rendell está de gira por la zona tratando de vender sus autopistas a los mismos países petroleros que se están embolsando los dólares de Bob Lukens. Es una máquina de extirpar suavemente riqueza del corazón de un país y es también una imagen perfecta de los que somos hoy en día como nación.” (Taibbi, 2010:249)

Llegué a este ensayo gracias a Javi, hace ya unos meses. Espero que otros puedan leerlo gracias a mí porque pocas veces se ha expuesto de una manera tan cruda el funcionamiento del modelo capitalista real (no el utópico), su dependencia política, las burbujas que genera y las consecuencias que provoca, al tiempo que se describe el desolador panorama de una opinión pública idiotizada que se complace en revolcarse en el fango de su miseria intelectual, culpabilizando de manera simplista e infantiloide (por los motivos equivocados, previamente manipulados) a los responsables políticos de la trinchera contraria, esas trincheras que ellos, con los huesos de sus cadáveres sociales, ayudan a construir y reforzar

29 marzo 2012

En huelga... ¿Existía otra posibilidad?

Pues parece que sí existe para tantos que no la hacen. No me molesta los que por convicción ideológica no secundan las huelgas. Los respeto y respeto su derecho a discrepar de mis ideas. Me apenan pero no critico los que queriendo hacer las huelgas no se atreven a realizarlas por temor a un posible despido. A ellos los piquetes empresariales llevan varias semanas atemorizándolos y recordándoles lo fácil que es despedirlos, lo sencillo que es encontrarles un sustituto entre la marea gris de parados que espera desesperada un trabajo que le permita salir del agujero. El miedo se puede superar pero las situaciones individuales pueden llegar a ser dramáticas y obligar a uno a bajar la cabeza momentáneamente a la espera de tiempos mejores. No soporto en cambio, a los que mantienen discursos contrarios a las políticas que provocan que hoy estemos en huelga, tienen una situación laboral estable que les permite ejercer su derecho a la huelga sin temor pero se escudan en vanas excusas para no hacerla. No soporto a los esquiroles que hoy han ido a trabajar y que mañana volverán a criticar duramente las políticas de recortes liberales, volverán a indignarse por las rebajas de sus derechos laborales y volverán a construir discursos subversivos desde la tranquilidad de cobrar de nuevo el sueldo completo a final de mes. No soporto ese alto grado de incoherencia. Me parece incomprensible.

09 marzo 2012

La Prensa-basura contraataca (II)



1) Portada de La Razón el día después de que decenas de miles de españoles se manifestaran por las calles de las principales ciudades del país para protestar contra la reforma laboral.


¿En serio? ¿En serio que esa foto con ese titular puede ser considerado información? ¿En serio que el director de La Razón considera que a esas manifestaciones sólo fueron afiliados de los sindicatos? ¿En serio que el mensaje sindical de esa mañana fue “a tomar cervezas”? ¿En serio que esa foto elegida representa el espíritu de los que estuvieron allí? ¿En serio creen que el burdo montaje cutre de esta portada podía pasar inadvertido? ¿En serio que se les puede no caer la cara de vergüenza a los profesionales que trabajan en La Razón cuando ven este tipo de portadas? ¿En serio? 

2) Noticia de ABC donde se “informa” (sin aportar ninguna prueba) de que profesores de instituto han instigado las protestas estudiantiles de Valencia prometiéndoles aprobados a sus alumnos si se manifestaban. Así dice el titular y la entradilla:

Investigan si algunos profesores han instigado las protestas estudiantiles
Los padres se quejan de que a los alumnos se les garantiza el aprobado si salen a manifestarse
 
 
En el interior de la noticia insinúan que el tema está en manos de la policía y de la inspección… El texto está lleno de insidias y acusaciones directas puestas en boca de estudiantes y padres genéricos, sin nombre, sin una sola prueba encima de la mesa y sin que parezca que, con el tiempo, el periódico haya seguido tirando el hilo de la noticia para ofrecer a sus lectores verdadera información y no basura amarillista. El texto sólo sirve para difamar y estigmatizar a los profesores. Una vez más. En el fondo lo que pretendían era distraer la atención sobre el verdadero origen de las protestas estudiantiles para que sus lectores no reflexionran sobre por qué miles de jóvenes estaban manifestándose en contra de los recortes educativos que se están produciendo en la Comunidad Valenciana. Había además que reenfocar la noticia para alejarla de la imagen de los días anteriores en los que la violencia policial había conmocionado a muchos ciudadanos, por lo que era necesario encontrar unos chivos expiatorios que fueran los verdaderos causantes de las algaradas: ¿por qué no los profesores? Claro que la sigueinte pregunta que habría que hacer sería: ¿por qué no continuó el periódico por esa línea editorial (porque estas noticias son editoriales, no información) los días posteriores? Pues muy sencillo, porque de manera inteligente el PP decidió que era mejor dejar de dar palos a los estudiantes y permitir que las manifestaciones y los movimientos se disolvieran por sí solos. Como así ocurrió, demostrando que más allá de pequeños grupúsculos que intentaron aprovecharse del asunto para armar gresca, la realidad fue que las manifestaciones estudiantiles habían resultado ser algo espontáneo y no premeditado que murieron al no ser alimentado su fuego.

3) Portadas de La Razón y ABC tras algunos incidentes producidos en Barcelona tras las manifestaciones estudiantiles los días posteriores a la violenta intervención policial en valencia
 


Como lo de Valencia no había dado de sí lo que los medios conservadores esperaban porque las miles de personas que se manifestaron los días posteriores a los incidentes protagonizados por la policía y los estudiantes del IES Lluis Vives lo hicieron de forma pacífica, dichos medios parecían esperar con anhelo tener algo con lo que hablar de algaradas callejeras, desórdenes violentos y el peligro de desestabilización social que las manifestaciones estudiantiles estaban provocando por todo el país. De paso podían atacar a un PSOE acomplejado que pasaba por allí y estigmatizar a los jóvenes que se habían manifestado esos días por España, aunque lo único que pidieran era tan sólo que no se recortase más en servicios públicos esenciales como la educación. Los pequeños altercados de Barcelona (no muy diferentes a los que protagonizan esos mismos jóvenes en las celebraciones por las victoria del Barcelona) permitieron frotarse las manos a La Razón y a ABC y sacar unas portadas dignas de de Mad Max, mostrando fotografías con primeros planos muy cerrados en las que se intuía un caos y un desorden propios de un apocalipsis social provocado, según ellos, por una izquierda antisistema alentada por el PSOE. De traca.

4) Artículo de fondo (jajaja) de ABC donde se analizan los diferentes grupúsculos responsables de la agitación callejera. Su titular y su entradilla eran los siguientes:
"Los 10 grupos que agitan la calle"
"La policía identifica a una decena de colectivos universitarios que buscan sembrar una lucha "a la griega” bajo la excusa de los recortes sociales"


Una de las joyas de la recopilación, sin duda. La redacción de la entradilla permitiría por sí sola su presencia en ella. Vamos, que lo que estos grupos quieren es liarla en la calle y lo de los recortes no es más que la excusa para hacerlo. Los chicos de La Naranja Mecánica reencarnados en jóvenes españoles deseosos de violencia para estimular sus aburridas vidas. La verdad es que el  pretendido artículo de fondo (de obligada lectura) es tan deleznable, miserable y exagerado que terminaría provocando la hilaridad y la vergüenza ajena sino fuera por los estragos que hace la lectura confiada de estas informaciones en los consumidores de mayor edad de estos diarios, a los que se les confunde, atemoriza y manipula sin compasión. Tras acusar a grupos anarquistas y de ultraizquierda de instigar las movilizaciones estudiantiles, el articulo afirma, apoyándose en información descontextualizada de la Policía, que su financiación proviene del ¡Rectorado de la Universidad de Madrid!, y da un salto brutal atrás en el tiempo (¡a 2009!) para recordar que entonces ya se intervino una furgoneta con gasolina para hacer cócteles molotov conducida (¡cómo no!) por miembros de IU (¡ese radical  y antisistema partido político!). No queda muy claro si eran delincuentes por ser de IU o eran de IU por ser delincuentes… Pero en todo caso los lectores de ABC, a esas alturas de la noticia, ya deben pensar que en España se está desatando una nueva conspiración judeo- masónica-comunista para atacar al legítimo y “ordenado” Gobierno del PP.

Pero la apoteosis, el delirio total, el dislate máximo llega al final del artículo, cuando se describen uno a uno los diez "peligrosos" grupos  antisistema  que  amenazan las calles españolas y mezcla sin ninguna vergüenza a asociaciones políticas, anarquistas, okupas y… a la ¡la marea verde!... Claro que sí, no podíamos faltar los profesores en todo este jaleo (tenemos infiltrados en todos los estratos de los grupos antisistemas y manejamos sus luchas a nuestro antojo…¿no lo sabíais?). Así es, en el décimo lugar (se ve que les faltaba algún grupo "malvado" para completar la lista) y a través del 15M para que se identifique y quede claro que todos los posibles enemigos del PP hacen piña, dice: “15-M Educación. En esta sección del Movimiento 15-M se engloba, según los datos policiales que se manejan, el grueso de la llamada «marea verde», la parte del profesorado madrileño contrario a los recortes...  jajaja... En fin, no dudo de que hay compañeros profesores inmersos con naturalidad en el movimiento 15M, pero de ahí a decir que el grueso de la marea verde está englobada ahí… La verdad, no veo yo a muchos de mis compañeros debatiendo cada semana largas horas en las asambleas de barrio de Madrid… Lo dicho, delirante.

5) Noticia de El Mundo en relación al líder de las protestas contra la privatización de la empresa pública que gestiona el agua en Madrid



Esta noticia provoca tanta vergüenza, contiene tantas mentiras, es tan abyecta, tan grosera en su redacción, está construida con el objetivo tan evidente de ridiculizar un movimiento ciudadano mediante la destrucción de la imagen pública de una de las personas que lidera las protestas, que sólo sirve finalmente para desprestigiar al periodismo en general y a El Mundo en particular. El propio Pedro J. tuvo que  anunciar en su Twitter que iba a revisar la información de esta noticia, aunque más tarde, por supuesto, sólo aceptó que “algunas expresiones eran exageradas”. Habría que recordarle a Pedro J. que el problema es que ese tipo de información (y de opinión) se han asentado de manera estable en El Mundo y por cosas como éstas has perdido lectores habituales que, como yo, compramos durante años este periódico.

Centrándonos en la noticia, ésta se publicó el mismo día que se realizaba la consulta popular para que los ciudadanos madrileños pudiesen dar su opinión sobre el proyecto de Esperanza Aguirre de privatizar el agua de Madrid. En ella se acusaba a uno de los impulsores de la consulta de ser terrateniente, de de tener una casa cerca  La Castellana y directamente se le insultaba sarcásticamente  acusándole de “anticapitalismo de Mercedes y cubertería de plata”... La cantidad de sandeces y maledicencias que contiene el artículo obligan a su completa lectura, algo que se puede hacer arriba en su redacción original, publicada en papel (fue modificada posteriomente en su edición en la web), siendo imprescindible también leer la necesaria y completa respuesta que dio Ignacio Escolar en su blog, en la que quedaban aclaradas punto por punto las mentiras que publicó El Mundo 
 


08 marzo 2012

La Prensa-basura contraataca (I)


Cada mañana me cuesta un poco más parar unos segundos mi carrera mañanera hacia el metro, acercarme a mi kiosco habitual y comprar el periódico. La compra diaria de prensa escrita ha sido una necesidad para mí desde que comencé la Universidad (hace casi veinte años) y puntualmente empecé a comprar El Mundo buscando con avidez las columnas de Umbral. Con los años, salvo que por algún motivo no saliera de casa, cada día he comprado uno o dos diarios con el simple objetivo de conocer el mundo que me rodeaba para poder construir una opinión sobre él. En mi infancia y adolescencia tuve la suerte de que cada día entraran en mi casa al menos dos periódicos, y en muchas ocasiones incluso tres o cuatro. Gracias a mi padre y a mis hermanos mayores cada tarde aparecían por el salón o la cocina el ABC, El País, El Mundo, el Diario de Sevilla… e incluso anteriormente, los prematuramente desaparecidos El Sol o Diario16 (además de la prensa deportiva). Todos ellos fueron la puerta que atravesé para encontrarme con el periodismo como fuente no sólo de información, sino también de opinión y literatura. Con ojos críticos y siempre muy abiertos (en una época en la que aún no se podía soñar con las posibilidades que Internet ofrecería con el tiempo) convertí en una de las pasiones de  mi vida conocer, identificar, desentrañar y dilucidar las razones intrínsecas por las que se producían los diferentes enfoques periodísticos de las mismas noticias en diferentes medios. Antes de saber nada de Chomsky o de los análisis teóricos sobre la manera de conformar la opinión pública a través de los grandes medios de comunicación, fui anotando cuidadosamente tendencias, confluencias de intereses, nombres de las empresas matrices que eran las dueñas de diversos medios diferentes, intereses espurios enmascarados tras noticias que parecían ser tan sólo crónicas objetivas de hechos que se estaban desarrollando, exclusivas filtradas con intenciones bastardas, tratamientos diferenciados de políticos y grandes empresas, giros sorprendentes en el tratamiento de ciertas informaciones con objetivos no confesados… A pesar de que la mochila con la que iba cargando tanta información se hacía cada vez más pesada y su análisis me llevaba a sentir cada vez mayor desconfianza hacia todas las cabeceras de prensa españolas que conocía, al final, siempre, diariamente, encontraba motivos para continuar pagando religiosamente cada mañana para encontrarme con crónicas y opiniones honestas que mostraban que detrás de la podredumbre empresarial que dominaba a los medios había muchos profesionales luchando por no terminar sepultados en el cenagal. Periodistas y columnistas que lanzaban botellas al mar de los lectores bajo la mirada desconfiada de sus superiores, esperando cada vez que aquélla no fuera la última vez que les permitieran el desafío. Ese halo romántico de búsqueda de la verdad desde la independencia que el periodismo siempre había llevado consigo no era más que el lejano eco de una leyenda de otra época que tal vez ni siquiera existió; esa cantinela que apelaba a su relevante papel como cuarto poder que ejercía de contrapeso a los demás poderes en las “sociedades libres” era más bien motivo de risa o sarcasmo. Pero la calidad de muchos de sus escritos y la ausencia de alternativas seguían haciendo impensable abandonar su lectura si alguien quería seguir estando medianamente informado de ciertas cosas.

Hace ya varios años que noto como aumenta mi desagrado y mi desapego hacia esa prensa escrita diaria. Superado el encantamiento inicial, lo mínimo que uno pide como consumidor es que se le ofrezca un producto con unas mínimas garantías de fiabilidad y calidad. El deterioro de la prensa diaria española parece ya imparable: algunas de las mejores firmas de opinión han desaparecido, otras han envejecido lastimosamente y por último han aparecido otras que nunca pensé poder leer en periódicos de pretendida calidad. Los redactores que han ido viendo cómo se precarizaba su trabajo al tiempo que las nuevas tecnologías irrumpían en el periodismo tradicional, fueron abandonando las calles y el compromiso con la información contrastada para refugiarse en Internet, en el remedo de noticias de agencias y en la perezosa búsqueda googleliana para completar sus escritos. Por otro lado es significativo que, en esta época de brutal crisis económica y social, la oferta diaria se ha terminado escorando lastimosa y patéticamente hacia una derecha socialmente conservadora y económicamente neoliberal, que pontifica sin contrapesos y construye una realidad a su medida que traslada a muchos de sus indefensos lectores, siendo imposible encontrar en el kiosco periódicos que permitan que, desde sus páginas, se expresen esa otras voces que, de manera argumentada, intenten defender esas otras ideas que no son las que dicta el capitalismo neoliberal.

Pero en los últimos meses estoy asistiendo estupefacto a una aceleración del envilecimiento en el tratamiento de las noticias en la prensa tradicional que provoca vergüenza ajena e indignación. Periódicos de larga tradición están abandonando ya todas las formalidades sobreentendidas en la profesión y, emulando sin sonrojo a la peor televisión basura, están construyendo información a base de retorcer y manipular torticeramente la realidad hasta adecuarla a sus más bajos instintos ideológicos y empresariales (¿no son los mismos en el fondo?). He sentido impotencia y un enorme desprecio ante la sucesión de portadas y noticias de algunos de lo principales diarios españoles que, incumpliendo las mínimas reglas del decoro y deontología profesional, han arrastrado por el suelo su ya desgastado prestigio para "informar" a sus lectores de los diferentes movilizaciones sociales que se suceden por toda España. Algunos de estas historias las he ido guardando y en el siguiente post las expondré una a una para para mostrar las entrañas más miserables de la prensa española

(Continúa)

04 marzo 2012

Sólo melancolía

Diez años, ya. Permanecen los recuerdos generales, que se vuelven cada día más imprecisos. Resisten también muchos recuerdos específicos, tan vívidos, tan intensos, como si esos hechos hubiesen sucedido ayer. Pero al final, con el tiempo, sólo queda la melancolía.


16 febrero 2012

Sobre la ampliación del Bachillerato (III): conclusiones, miedos y peligros



En los posts anteriores he tratado de centrarme lo máximo posible en la problemática derivada de la posible variación de la estructura de la Secundaria y el Bachillerato propuesta por el nuevo gobierno. En este sentido, como ya he argumentado, creo que la reforma propone una estructura organizativa que se adapta mejor a las necesidades formativas de los alumnos y soluciona algunos graves problemas que la articulación de la Educación Secundaria desde la LOGSE había generado. He intentado no desviarme en este caso hacia otros asuntos que considero los realmente relevantes y decisivos en relación a una mejora radical de la educación en España, y que de manera sucinta quiero señalar: 1) una mejor financiación, distribución y gestión de los recursos educativos con especial énfasis en la necesaria labor de paliar las desigualdades sociofamiliares de origen, que siguen siendo la causa más importante de la gran mayoría del fracaso escolar; 2) una necesaria disminución de las ratios por clase para todos los niveles y para todas materias, lo que permitiría una relación más fluida profesor-alumno y una mayor dedicación del primero a cada uno de los segundos; 3) un reconocimiento social a la figura del profesor que debiera ir aparejado con una mayor implicación por parte de éste en su labor docente, en su formación continua y en su responsabilidad para con sus alumnos; 4) una radical apuesta, exclusiva y excluyente, por la defensa de la enseñanza pública, evitando partidismos y bajo la premisa de que la gestión de los recursos públicas debe ser gestionada por la Administración, por lo que la selección del profesorado debe ser un proceso independiente y objetivo, alejado de favoritismos y sujeto a evaluación.

Finalmente, no puedo dejar de señalar la preocupación que existe, que comparto y es el origen de la gran mayoría de las reticencias de un gran sector de la comunidad educativa a esta reforma organizativa de las enseñanzas medias en España, por el hecho de que dicha reforma la vaya a realizar el Partido Popular. La desconfianza viene generada fundamentalmente por dos motivos: 1) La situación económica en la que vivimos inmersos permite que el ala más liberal del PP esté aprovechando el rebufo de lo que vienen haciendo desde hace años Comunidades como la de Madrid para continuar privatizando y liberalizando la educación, uno de los servicios públicos esenciales, en aras de una pretendida y artificiosa libertad de elección (subvencionada con los impuestos de todos) para beneficio de unas cuantas empresas, de muchas organizaciones religiosas (con lo que se aseguran siempre el voto conservador) y con la consecuencia de una segregación y segmentación social tremendamente  perjudicial. Sería de necios no señalar que la reforma comentada puede traer consigo la concertación del Bachillerato, puesto que su nueva estructura, que no conlleva ningún problema para su aplicación en centros públicos, plantea una situación de difícil solución en el caso los centros privados-concertados. Hasta ahora, excepto en la Comunidad Valenciana, las concertaciones educativas se hacían tan sólo para la etapa de la enseñanza obligatoria, es decir hasta el 4º ESO actual. Ahora, debido a la reducción de un año de la Secundaria y el mantenimiento de la obligatoriedad de los estudios hasta los 16 años, parece claro que los centros privado-concertados se van a mover para no perder nada de lo que ya han conseguido y aprovechar el momento para intentar que se amplíen los conciertos educativos a todo el Bachillerato. Que esto sucediera sería la puntilla final para la enseñanza pública, que se quedaría en una condiciones de manifiesta inferioridad frente a una enseñanza privada-concertada, extrañamente favorecida por una Administración pública, que la subvenciona generosamente y le permite no cumplir las leyes de selección de alumnado y de obligatoriedad de la gratuidad de la etapa de estudios obligatorios. 2) El otro peligro que conllevaría esta reforma sería aprovechar su implantación para ceder a la tentación de comenzar a crear diferentes itinerarios para los alumnos desde el primer año de la Secundaria. Esa idea, que ya lleva manejando el PP desde hace más de una década, copiaría el modelo segregador alemán y supondría el peor de los ataques a la igualdad de oportunidades que todo alumno de 12 años debe tener. A esa edad un alumno no tiene aún suficiente madurez para tomar ese tipo de decisiones respecto al futuro de su formación, y tampoco se ha puesto todavía lo suficiente a prueba como para reconocer con seguridad sus capacidades e intereses. La aplicación de esta segregación prematura sólo serviría para que los orígenes sociofamiliares del alumnado fueran aún más determinantes en la elección de sus itinerarios formativos.

A pesar de todo, estos peligros no sirven para negar la validez de la reforma. En todo caso sirven para comprender cómo una idea correcta, objetivamente beneficiosa, siempre puede ser utilizada con intereses espurios. Criticar la ampliación del Bachillerato a tres años sería un terrible error estratégico por parte de la izquierda (ojala hubiera sido ella la que la planteara)  porque con el tiempo va a terminar contando con un enorme respaldo social, de la comunidad educativa en general y de los profesores en particular, además de que va ayudar a mejorar las estadísticas de fracaso escolar y a descomprimir la convivencia en los centros escolares. Por lo tanto el empeño debe estar en no permitir que bajo el paraguas de la reforma se destruya el futuro de la enseñanza pública de España y que perdamos la ilusión de seguir teniendo una educación publica de tod@s y para tod@s 


Actualización: era de esperar que, tras el espectáculo que el ministro Wert da casi cada día desde que accedió a su múltiple Ministerio, los aspectos más positivos de la reforma pudiesen quedar en papel mojado una vez que se pusiese hablar con los agentes privados de Educación y observase que este cambio normativo traía cambios necesarios en la organización de muchos centros educativos. En sus penúltimas declaraciones sore la reforma (no serán las últimas), Wert ha afirmado que, en todo caso, el título (¿qué título, por  cierto?) no se obtendría hasta terminar el primer curso del nuevo bachillerato o de FP. Vamos que todo seguiría como hasta ahora pero los alumnos recibirían el título de Secundaria tras ¡terminar el primer curso de una nueva etapa educativa! ¿Que no tiene ningún sentido? Evidentemente. Todo seguiría igual que ahora, aunque cambien los nombres. y se le añadiría el elemento surrealista de que la titulación llegue un curso después de terminar una etapa educativa y sin terminar la siguiente. Imagino que la imposibilidad económica actual de concertar los Bachilleratos y el temor de muchos de estos centros concertados a ver cómo perdían una curso de la ESO en beneficio de uno de Bachillerato (cuya etapa carecería de sentido comenzar en dichos centros para terminarla en los centros públicos), ha pesado mucho en esta marcha atrás. Pero también estoy seguro que todavía no hemos visto el final de las rectificaciones y los parches. Así hacemos leyes educativas en españa.